La diplomacia del diplodocus
Si los ejércitos de Bahréin, Libia o Argelia acribillan a balazos a población desarmada, ¿se debe condenar o no?
Actualizado: GuardarLa realidad es generosa con los europeos. Aún nos reconoce, cosa que no hace casi ningún Gobierno del mundo. Nos pone en el mediodía a pueblos ansiosos de libertad con sus zapatos en alto. Para que nos avergoncemos. No de nosotros, gentío partidario, sino de nuestros líderes: la mitad son burócratas que aspiran a la tranquilidad; la otra mitad, vividores cuyas ansias de ajetreo hallan cauce en el bunga-bunga y los diamantes. Aspiraciones mezquinas: unos por no complicarse la vida y otros porque ya la tienen muy complicada. Nadie piensa en Europa: el bochorno. Javier Solana también lo siente, pero es ex. Solo puede acompañarnos.
Los nuevos tratados iban a alumbrar el mayor servicio exterior del mundo y han parido la diplomacia cómplice del diplodocus. Me imagino a Herman Van Rompuy y Catherine Ashton contemplando desde algún despacho las imágenes de Túnez, Egipto, Libia, Bahréin, Argelia, Yemen. Ni al uno se le disloca la cara de ofidio ni a la otra se le nublan los ojos de sapo. Pulsan en su teclado el botón de los comunicados irrelevantes, que emite automáticamente tres posibilidades inanes. «Oh, good!», se congratulan. Repasan el protocolo que explica cómo actuar, por orden alfabético. En la erre de «revueltas», capítulo 2, artículo 6, epígrafe 18, disposición transitoria 2ª, se aconseja comenzar la perorata de este modo: «La UE observa con preocupación los recientes acontecimientos y bla, bla, bla». Después consultan el Manual del buen trato al tirano, en cuya adenda se encuentra el cuestionario de autoevaluación diplomática, tipo test. «Si una ministra francesa pasa sus vacaciones en el país de un dictador, ¿es amigo o enemigo?» Van al final, a la página de soluciones: sí, es amigo. «Si los ejércitos de Bahréin, Libia o Argelia acribillan a balazos a población desarmada, ¿se debe condenar o no?». Ashton croa: «Ummm». Y Van Rompuy concluye, sin que se le desprenda una escama: «It is ok for the time being». Son las cinco en punto. Bastante han trabajado ya, teniendo en cuenta que Barroso debe de estar de vacaciones en las Azores, Berlusconi permanece reunido con su equipo jurídico; Sarkozy sufre hastío, pues no hay modo de convencerle de que existen cargos aún más importantes que la Presidencia de la República Francesa; y Angela Merkel sigue encerrada en Carrefour, comprando libros de asiento y calculadoras. Dos funcionarios miopes, un cordial hostelero, un putero decrépito, un ególatra bajito y una contable obsesiva: en vez de corazón tienen un pisapapeles. Y aún hablan, callan, en nombre de Europa.