Las casualidades del 'caso Faisán'
La accidentada investigación ha enconado la lucha política y erosionado el poder judicial
Actualizado: GuardarLas coincidencias y casualidades que han salido a la luz en torno al 'caso Faisán' han sido increíblemente numerosas. Tantas que, si hay que fiarse del dicho que circula por la Audiencia Nacional -un cúmulo de casualidades son indicios y varios indicios se convierten en pruebas- habría hasta un exceso de evidencias para esclarecer un asunto que, sin embargo, aparece cada vez más oscuro. Entre las casualidades, se cita la coincidencia del chivatazo con otras operaciones policiales que situarían a protagonistas del caso en las inmediaciones del bar Faisán. Las imágenes captadas del escenario aparecen y desaparecen a lo largo del tiempo, y hay en ellas vacíos llamativamente estratégicos. Ha habido retrasos incomprensibles en la comunicación de los hechos, tanto del máximo responsable de la lucha antiterrorista, Telesforo Rubio, al juez, como del aparato policial al ministro Rubalcaba y a su número dos, Camacho. También han ido apareciendo elementos sorprendentes a medida que avanzaba la investigación: así, el móvil de Camacho, utilizado para llamar en fechas clave al director general de la Policía, hoy principal imputado del caso, apareció en un apéndice olvidado de los atestados. No parece que sea mal intencionada la idea de que la propia Policía se habría ocupado de enmascarar unos hechos mediante una compleja ceremonia de confusión encaminada a llenar de minas la tarea judicial de investigación. Porque aunque el juez Ruz ha reavivado lo que Garzón dejó decaer, y aunque la fiscalía, inactiva primero, esté ahora dispuesta a reclamar nuevas diligencias, no parece que se esté cerca del esclarecimiento. Más bien habría que dar la razón a las acusaciones y a la Fiscalía, que reconocen que si no se produce la confesión de alguno de los implicados, será muy difícil que el proceso abierto termine con acusados formales y con condenas bien fundadas. Lo triste es que este escándalo, removido en estas vísperas electorales, continua sirviendo de carnaza política y desgastando a un poder judicial que padece cada vez que es tomado en rehén por los partidos políticos.