Ricos y pobres conviven en una ciudad con una patente diferenciación de clases. A la derecha, el barco del príncipe de Abu Dabi.:: AFP
Sociedad

Territorio petrodólar

El crudo convirtió a pastores en hombres de negocio en tiempo récord. Así es Abu Dabi

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En qué ciudad del mundo puede decir 'Quiero una aerolínea' y boom, dos años después tiene 21 aviones y 37 destinos habilitados? ¿En cuántos lugares puede decir 'Necesito 15.000 habitaciones de hotel' y boom, ya tiene cien nuevos hoteles operando en la ciudad? ¿En cuántos puede decir 'Quiero un hospital de clase mundial, universidades y museos' y boom, ahí tiene instalada La Sorbonne de París, la Cleveland Clinic, el Guggenheim y el Louvre todos en un mismo lugar?». Khaldoon Khalifa al Mubarak, ejecutivo de Mubadala Development, y más conocido en Europa por ser el presidente del Manchester City, no exagera lo más mínimo. Esa ciudad existe, pero no es Dubai. Aunque caliente, caliente. Es su vecina. Su nombre: Abu Dabi, la capital de los Emiratos Árabes. Desde esta isla en forma de letra t al sureste del golfo Pérsico y que pocos españoles serían capaces de señalar en el mapa se dirimen ya los designios de la petrolera Cepsa, entre otras muchas multinacionales. Su cartera de inversiones internacionales supera ampliamente el trillón de dólares. Una cifra imposible de pasar a las antiguas pesetas si no se posee una calculadora con varias líneas de dígitos.

El desarrollo de la segunda ciudad más poblada del país tras Dubai, con más de un millón de habitantes, lleva la misma velocidad que su gran atracción: la Fórmula Rossa, una montaña rusa promovida por Ferrari que alcanza los 150 kilómetros por hora en sólo 4,9 segundos. No en vano, hasta 1961 Abu Dabi no contó con su primera carretera asfaltada para sus poco más de 46.000 habitantes, cuatro médicos y cinco escuelas mal contadas. Pero llegó el boom del petróleo: su suelo atesora nada menos que la décima parte de las reservas mundiales en una extensión que no llega a la de Castilla-La Mancha. Adiós a las cabañas de barro y chozas de hojas de palmera. A la cría de camellos o la producción de dátiles y la tradicional pesca. Bienvenidos petrodólares. Hola rascacielos, lujosas boutiques con etiquetas con precios estratosféricos y unas infraestructuras públicas que envidiaría cualquier país, incluido España. «De pastores han pasado a hombres de negocios y eso siempre lo recuerdan los más viejos del lugar», detalla Alejandro Herraiz, valenciano de 33 años que trabaja en una sociedad de inversiones abudabí.

«Son muy suyos»

Alejandro disfruta de una calidad de vida que en España no tendría. No solo por el sueldo mensual, alrededor de unos 6.000 dólares de media para los extranjeros cualificados -incluyendo ahí la dotación para alojamiento, extremadamente caro-. También por las horas de ocio y los 'caprichos' que se puede permitir. Aquí cuenta con dos coches y hasta con una casa «enorme» pagada por la empresa. Atrás quedó la preocupación de si llegaba a fin de mes. «Hay muchas cosas que en España son inalcanzables y que en Abu Dabi te puedes permitir, como cenar fuera a menudo o servicios de plancha, limpieza, lavandería...», comenta Luis José Gil, ingeniero aragonés de Telecomunicaciones que hizo hace un año las maletas junto a su mujer, Mari Carmen Melo. ¿La cara negativa? «Hay un choque importante de valores y creencias. Son muy suyos y no se puede criticar al Gobierno ni a la religión», puntualiza Alejandro. Y menos tirar dardos envenenados al jeque Khalifa bin Zayed Al Nahayan, el emir hereditario y presidente actual de los Emiratos Árabes Unidos gracias a que su poder supera con creces el del resto de emires. Incluido el de Dubai, a quienes hace poco tuvieron que rescatar económicamente. Aquí no hay partidos políticos ni sindicatos que valgan y sí una patente diferenciación de clases sociales. Los nativos, apenas un 15% de la población, encabezan la pirámide, mientras que los inmigrantes no cualificados sin idea de inglés la cierran con sueldos penosos que les hacen vivir en campamentos a las afueras de la ciudad.

La cultura occidental entra poco a poco en un país islamista «para nada radical y en el que te puedes encontrar tranquilamente coches con la cruz cristiana en el salpicadero. Además, los extranjeros gozamos de cierta patente de corso», puntualiza Óscar Santana, quien pasa su vida a caballo entre Almería y Abu Dabi representando a empresas españolas que quieren internacionalizarse. Compañías como Endesa, Sener, Holcim, Urbaser o Joca ya cuentan con una sede en la ciudad de los petrodólares.

En este emirato ya se permite a sus mujeres trabajar, conducir y hasta salir solas a la calle. Eso sí, bolsos y zapatos de las mejores marcas del mundo solo asoman por debajo de sus túnicas, mientras que las extranjeras pueden lucir sus prendas «siempre que sea con decoro», como avisan en varias pegatinas a la entrada de centros comerciales. Aunque el lujo no es tan ostentoso como en su vecina Dubai, a poco más de 130 kilómetros, y con la que no les hace gracia que los comparen. «Es normal que junto al supermercado, en lugar de las tiendas a las que estamos acostumbrados en España, te encuentres firmas como Chanel, Tiffany...», recuerda Alejandro. Sin embargo, no presumen ni se pavonean de ello aunque utilicen a diario cochazos y joyas. Tampoco escatiman a la hora de sacar la billetera para lograr que Abu Dabi sea sinónimo de vanguardia y lujo. La lista de macroproyectos en marcha asusta. En especial los millonarios presupuestos que manejan. Masdar city, diseñada por Foster, o la construcción de doce islas artificiales llenas de rascacielos con vistas privilegiadas al Golfo Pérsico solo son la punta de lanza de unas obras en las que se trabaja 24 horas al día... aunque ayer no se escuchó ni un martillo al ser la conmemoración del nacimiento de Mahoma. «¿Crisis? Aquí no hay nada de eso», recalca Alejandro. «Abu Dabi es una tierra de oportunidades para profesionales que estén formados y con ganas de trabajar», resume Óscar. Todo es aclimatarse a un invierno que ronda los 28 grados y un verano que achicharra con sus 50 grados.