María Jesús Galán, 'Sor Internet', posa feliz en el convento toledano, antes de su expulsión. :: R. C.
Sociedad

«Me han echado del monasterio»

María Jesús Galán, 'Sor Internet', se apunta al paro tras ser expulsada de su convento de Toledo

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Los despidos también llegan a los conventos. María Jesús Galán, una monja de clausura de 54 años más conocida como 'Sor Internet' por sus más de 200 amigos de Facebook, ha sido expulsada del convento de Santo Domingo el Real, de Toledo. Ha sido la propia religiosa, que lleva 34 años en clausura, quien ha dado a conocer su salida del monasterio a través de esta red social. «Hay unas keniatas que me han hecho la vida imposible. La envidia ha jugado una mala pasada y han ganado ellas. El delegado de Vida Religiosa, la priora y otras dos monjas han decidido que yo me marchara para que quedaran tranquilas las keniatas. No tienen vocación pero vienen a recoger dinero para sus familias», explica 'Sor Internet', una monja que el pasado año se hizo famosa al recibir una de las distinciones que se entregan en el acto oficial del Día de Castilla-La Mancha. El Gobierno castellano-manchego quiso reconocer entonces su trabajo de digitalización de los fondos documentales de su centenario convento.

Según el Arzobispado de Toledo, la priora de Santo Domingo el Real es quien manda entre los muros del convento (donde hay postulantes y monjas de entre 25 y casi 90 años) y es ella quien tiene potestad para expulsar a una de sus religiosas sin que tenga que mediar en ello la Curia. La priora, que aún no ha dado explicaciones de lo ocurrido, ha abocado a 'Sor Internet' a las listas del paro. De momento, la monja reside con sus familiares en Toledo y no percibe subsidio alguno pues no consta que haya trabajado durante los 34 años que ha permanecido en la Orden a pesar de haberse hecho cargo del archivo del monasterio y de la digitalización de sus documentos históricos.

Cada vez más popular

Así, al menos, se defiende en su perfil de Facebook, presidido por la fotografía de una gruesa lágrima que se derrama en el rostro de una joven anónima cabizbaja y triste. Y la red ha respondido ante lo que considera una injusticia. Decenas de mensajes de solidaridad y ánimo para una religiosa que, según dicen, siempre ha estado muy cerca de la gente pese a vivir recluida tras los muros del convento. Hay incluso quien le reprocha cariñosamente que haya cambiado su foto anterior, donde aparecía sonriente y mirando al frente, por la de la lágrima. Y ella ha contestado: «Ver tantas muestras de cariño me hace sentirme menos desgraciada. Aunque normalmente soy muy animosa y estoy segura que podré rehacer mi vida y bueno, cosas que pasan y sí, esto tarde o temprano pasará factura a los que tomaron la decisión».

La religiosa no sabe si podrá continuar su vida de clausura en otro convento. De momento, no podrá recibir, como solía, con café y exquisitas pastas que ella misma hacía en su pequeña celda llena de libros centenarios.