PAN Y CIRCO

EL PODER

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Aferrarse al poder es una de las reacciones más características que tienen los dirigentes cuando ven que el reloj les señala su fin. Le ha sucedido a Mubarak en Egipto, donde un presidente hace oídos sordos al clamor de una nación y se empeña en seguir al frente del gobierno. No hay que irse tan lejos para encontrarse tanta querencia por un sillón de mando. El Cádiz viene que ni pintado para detectar a otro dirigente al que ya solo le quedan los argumentos de querer recuperar su dinero invertido y que nadie levante la tapa del inodoro para que la mierda acumulada durante tantos años salga a la luz pública. El problema de Antonio Muñoz es que está alargando tanto su agonía presidencial que su salida del club va a ser cualquier cosa menos elegante y aplaudida. Hay tantos frentes abiertos contra su figura que ha agotado el poco crédito que le quedaba en la historia reciente de la entidad. Sus logros ya casi no los recuerda nadie, salvo los pocos fieles que le siguen riendo la gracia aunque sus bolsillos les digan que hay algo en toda esta historia que huele mal. Que el poder corrompe es tan cierto en Egipto como en Cádiz y cuando el grado de corrupción es insoportable sucede que todo un país se echa a la calle o las fuerzas vivas de una afición dicen basta y crean plataformas con el fin de poner punto y final a tanta desfachatez. Una vez perdida la esperanza de que sean las administraciones públicas las que le señalen a este señor la puerta de salida, porque andan más preocupadas del reparto del botín municipal y provincial que se avecina, sólo queda montar un pollo detrás de otro hasta que Muñoz y su grupo de accionistas mayoritarios pasen a ser un triste recuerdo. El problema es que mientras esto no ocurra la situación de deterioro económico de este Cádiz centenario está llegando a tal nivel de insoportabilidad que la gente se pregunta a qué va al Carranza.