Desajuste político
Actualizado: GuardarSiempre he pensado que es preferible un sistema social que se base más en el conocimiento y la comunicación (integración social) que en el poder (política) o el dinero (economía) ya que estos últimos suelen propiciar una mayor exclusión social. Traigo esto a colación por los acontecimientos que vienen sucediendo, tanto en el plano nacional como en el internacional, en las últimas semanas.
Si nos remitimos, por ejemplo, al escenario egipcio, los recientes, y profundos, incidentes ocurridos son una muestra de cómo pueden llegar a utilizarse los nuevos medios tecnológicos de comunicación frente a las crisis económica y política. Ante una coyuntura económ ica difícil y un gobierno político autoritario y corrupto, mantenido con apoyos externos y con poca base popular, que incluso llegó a bloquear durante algunos días todo tipo de transporte y comunicación (canales de televisión, móviles, Internet...), la respuesta organizada de la sociedad ha sido impactante. Personas de toda condición social han mostrado de repente una concienciación ciudadana impresionante; se han comunicado, activado y organizado de manera sorprendente a pesar de las dificultades presentadas y de la poca tradición mantenida en este sentido.
Esta gran manifestación supone una muestra evidente de las posibilidades de movilización social que se pueden activar a través de los nuevos medios de comunicación y de cómo se puede influir en la rectificación de los pasos en falso de ciertos ejercicios políticos y económicos.
Podemos dirigir la mirada ahora hacia nuestra realidad nacional. Tanto la crisis económica que venimos padeciendo como las medidas impopulares y contrarias a su programa que están tomando nuestros gobernantes actuales (por cierto también a destiempo y entre constantes cortinas de humo) nos enseñan de nuevo cómo funciona todo. No podemos basar nuestro sistema social en un consumo creciente excesivo, desmedido y desequilibrante respecto a nuestro debilitado medio ambiente, no podemos fiarnos de nuestras posibilidades crediticias y es muy recomendable que recelemos de ciertos sectores financieros y, a la vez, deberíamos exigirles a muchos políticos que abandonen ese nivel de sobrevaloración en que ellos mismos se han colocado y que sepan estar donde les corresponde: a nuestro servicio y delegados para la gestión que se les encomendó y no para ejercer un control y un dominio tan exhaustivos de casi todos nuestros ámbitos públicos y privados.
Tanto la economía como la política deberían girar siempre en torno al capital social, en torno a las personas. Llevamos meses centrados en el tratamiento de las jubilaciones, con una importante significación económica, pero más nos valdría centrarnos principalmente en el desempleo juvenil, que nos supone un inmenso coste social. En todas estas cuestiones aún está por ver el papel de supervisión que pueden ejercer las redes sociales frente a las redes políticas, depositarias de nuestra confianza para la gestión pública.