Un manifestante contra Mubarak se toma un respiro entre las ruedas de un tanque, en la plaza Tahrir. :: AP
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El régimen administra el fin de Mubarak

Los primeros pasos del cambio incluyen una reunión de Suleimán con los Hermanos MusulmanesEl encuentro oficial con la oposición concluyó con la sensación de que el objetivo real era aplacar las protestas y la presión internacional

EL CAIRO. Actualizado: Guardar
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«Vuelco histórico», «diálogo crucial», «impensable». Las expresiones grandilocuentes se agolpaban ayer para dar dimensión de acontecimiento a la participación de los Hermanos Musulmanes en la reunión que el vicepresidente egipcio, Omar Suleimán, celebró con los colectivos de la oposición para organizar el comité que estudiará de aquí a marzo la «implementación honesta» del cambio en el país. O lo que es lo mismo, la imprescindible enmienda de la Constitución que abrirá la puerta a la legalización de partidos políticos y sus candidatos, la limitación de los mandatos presidenciales a dos y el fin de la tortuosa Ley de Emergencia que ha lastrado la vida del país durante 30 años. El fin, en suma, de la legislación hecha a medida del poder de Mubarak y el diseño de la futura democracia.

El desmantelamiento del régimen del 'faraón' está en marcha. Hace dos semanas habría sido inimaginable pensar que el 'rais' iba a renunciar a seguir en el poder. Que tras él iba a hacerlo su hijo Gamal. Que el Gobierno inmovilista iba a ser sustituido por uno reformista. Que la cúpula del supremo Partido Nacional Democrático iba a dimitir en bloque. Y menos aún que en la misma mesa se iba a sentar la segunda autoridad del país con la ilegal Hermandad Musulmana -la mayor y más reprimida fuerza contraria al presidente-, en un gesto de acercamiento mutuo no visto en años. Al menos en público.

Suleimán consiguió la foto. Tiene el compromiso con EE UU de hacer una «transición ordenada» y plural, y congregó en El Cairo además a miembros de partidos menores como el liberal Wafd y el izquierdista Tamagu, a intelectuales y juristas independientes del llamado 'grupo de los sabios' y a representantes de los jóvenes activistas que impulsaron las manifestaciones el 25 de enero, aunque no al líder de la Asociación Nacional por el cambio, Mohamed el-Baradei, que no fue invitado.

Al término de la cita imperó la sensación de que el encuentro oficial estuvo orientado más bien a aplacar las protestas -que ayer continuaban por decimotercer día consecutivo-, y la presión internacional, pero sin ceder a la única demanda que hoy unifica a todas las partes que fueron convocadas: que se vaya Mubarak.

De por qué, a pesar del no cumplimiento real de esa exigencia, los Hermanos Musulmanes optaron por cambiar de la noche a la mañana de parecer y hablar ayer con el Gobierno daba cuenta el dirigente islamista que asistió al cónclave de Suleimán, Saad Katatni. A juicio de la Hermandad, Mubarak «si está, es tan solo de una manera física», y ellos entienden que Egipto vive «en una nueva legitimidad» donde el 'rais' ya no pinta demasiado. Por eso, añadió, «decidimos entrar en esta ronda de diálogo y determinar con qué seriedad se están haciendo realidad las reclamaciones de la gente». «Es un momento que no podemos dejar pasar», defendió Katatni, que, no obstante, insistió en que su presencia en la cita dominical tuvo más carácter exploratorio que negociador.

«Solo un primer paso»

«La reunión de hoy (por ayer) es tan solo un primer paso para examinar al régimen y ver si realmente tiene buenas intenciones (...). El diálogo todavía no conduce a nada (...). La mayoría de las peticiones no han sido respetadas», afirmó. Los jóvenes tampoco consideraron suficientes la disposición y las propuestas oficiales. En su nombre, estuvo con Suleimán el activista Khaled Abdul-Hameed, que constató que las autoridades gubernamentales «están replegándose, haciendo más concesiones cada día, pero estamos determinados a presionar hasta que nuestra demanda número uno sea atendida». El adiós de Mubarak. Y sin él, sigue y seguirá la protesta multitudinaria en Tahrir, que, ya de noche, se veía convulsionada por un nuevo tiroteo, que en principio no dejó víctimas. Los disparos automáticos fueron del Ejército para impedir una nueva embestida de los alborotadores leales al 'rais' contra la manifestación pacífica, incidente que demuestra que la tensión no ha terminado y los obstáculos a esta «revolución de los libres» tampoco.

Además de acordar la creación de este comité de juristas y personalidades políticas que estudiará la reforma constitucional, el espectro opositor consiguió ayer de Suleimán la promesa de que no se acosará a los manifestantes, no se limitará la libertad de prensa ni se interferirá en la telefonía móvil ni en Internet. Asimismo, se abrirá una oficina de quejas sobre los encarcelamientos políticos, habrá un órgano encargado de perseguir la corrupción y una investigación acerca de la desaparición de la policía de las calles de El Cairo hace más de una semana, una medida que desembocó en un aumento del pillaje y el caos. También se ejecutarán las sentencias del Tribunal de Casación sobre las denuncias interpuestas en relación a las irregularidades de las últimas elecciones legislativas, en las que el partido de Mubarak ganó 473 de los 508 escaños.

Está naciendo un Egipto desconocido, pero la marcha de los acontecimientos no satisface a todos los sectores. Mohamed el-Baradei no ocultó ayer sus reticencias . «El proceso es opaco. Nadie sabe quién está hablando con quién en este momento», declaró en una entrevista con la cadena estadounidense NBC. La transición «está dirigida por Suleimán. Está todo dirigido por el Ejército y ese es parte del problema», explicó el dirigente de la ANC, que subrayó «la gran falta de confianza» entre el Gobierno y los manifestantes. Para éstos, la salida de Mubarak se ha convertido casi en una obsesión, sobre la que el primer ministro echó un nuevo jarro de agua fría. «Aquí en Egipto insistimos en que continúe su mandato hasta finales de septiembre. Creo que realmente necesitamos su presencia», zanjó Ahmed Shafiq.