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Mubarak y etcétera

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Curioso papel el del Ejército egipcio: no dispara contra su pueblo, pero tampoco lo protege de los esbirros de Mubarak, que reprimen a la población como solían, aunque sin llevar uniforme. Los policías no se enteran: creen que el cambio es solo de atuendo. El Ejército, por el contrario, siendo el semillero de sucesivas autocracias -tanto Nasser como Sadat y el propio Mubarak salieron de sus filas-, trabaja por la pervivencia de la institución.

Los militares egipcios han olfateado el viento de los nuevos tiempos que soplan en el país. Cuando un poder establecido se suma al cambio lo hace para garantizar su propia supervivencia. El establishment militar está de acuerdo con la historia, por eso encarna la pervivencia y el cambio, el conservadurismo y la revolución al mismo tiempo. Este hecho acredita a los militares como plenamente posmodernos, lo cual permite augurar su éxito.

El pobre Mubarak, con su absurdo arraigo, afirmó que quería morir en Egipto, pero va a ser que no. El poder, el militar en este caso, se muestra partidario de cambiar las reglas porque ha visto que las antiguas ya no garantizan su hegemonía. Mubarak amenazaba con perpetuarse en su hijo Gamal. La tiranía hereditaria hubiera arrebatado al Ejército su papel como nutriente del alto mando de la nación. El 'rais' no previó la frustración de una tropa que ve sus posibilidades de promoción interna cercenadas de esta forma.

Hay que contar con que el Ejército seguirá teniendo una enorme relevancia en el nuevo Egipto. Y entrará en él por la puerta grande de quienes no se han manchado las manos de sangre. Vaya por delante que me parece bien. El Ejército turco es el principal garante de la democracia y el laicismo en su país. El general Riego hizo por la Constitución de 1812 más que la prudencia de muchos liberales, aunque no conviene fiarse de los reyes -ni de los faraones- cuando se levantan un día diciendo: marchemos francamente, yo el primero, por la senda de la Constitución.

Por eso, solo confiarán en Mubarak cuando marche por la senda de Ben Alí. Son muchos los que tienen una cita en Riad, emplazamiento perfecto para un Tribunal Internacional en tiempos de austeridad. Si los tiranos se van presentando poco a poco, la comunidad internacional ahorrará mucho en gastos de personal. No harán falta detectives, policías, cascos azules. Casi ni carceleros, pues Arabia Saudí ya es una inmensa prisión. Contradecir el deseo del 'rais' de morir en Egipto constituirá un noble gesto humanitario: le ahorraremos el mal trago de acabar en las cárceles construidas por él. Sería justicia poética, pero a los demócratas nunca nos ha gustado ensañarnos.