Vaya paquete
ABOGADO Actualizado: GuardarCaja, paquete y vasija, todas ellas cumplen la función de almacenar algo. Lo malo es que tengan el fondo defectuoso. Entonces no cumplen su función para las que se crearon. Las de ahorro no van a ser menos, porque en el fondo son meras cajas. Algunas de ellas, meras cajetillas. Cuando estas son de tabacos, algunas llevan escrito que su consumo produce impotencia. Otra que conozco, ahora de ahorros, podría poner en su envoltorio promocional, la pérdida en dos meses de 600 millones de depósitos y el incremento de la morosidad hasta alcanzar el 20%. Si Don Quijote viviera, no podría pedirle a crédito para comprar un buen queso manchego, a pesar de conocer la zona mejor que el propio Cervantes, Don Miguel, claro.
Si la caja fuera la de pandora, la prohibición sería abrirla sin más, ya que los malos presagios apuntarían al maleficio. El problema de las cajas de ahorros no es destaparlas, que también, es su fondo, que no sabemos hasta donde llega. Ya en el primer cuatrimestre del 2009, el economista jefe de la OCDE, manifestó que las entidades españolas constituyen un sector de riesgo, debido fundamentalmente a su sobre exposición al crédito inmobiliario. Desgraciadamente ZP paralizó la pretendida reforma impulsada por el Banco de España, que era avalado por el ex Ministro de Economía Sr Solbes. La idea planteada pretendía la privatización de las cajas, convirtiendo las cuotas participativas en acciones abiertas al sector privado y por ende a la propia banca. Se terminaba así con la restricción existente hasta la fecha de los derechos políticos de los tenedores de dichas cuotas.
El problema primigenio que subyace con las cajas se circunscribe a un problema de identidad. Quedaron huérfanas de ésta hace tiempo, lo que implica a su vez problemas de legitimación en el ámbito de la toma de las decisiones financieras. Ya lo decía el Gobernador del Banco de España a primero de 2009, cuando aludía a dos problemas que revoloteaban ya de forma grave entonces: la excesiva injerencia política en su tomas de decisiones y las especiales dificultades de capitalización.
El problema viene realmente de lejos, pero tan problemática y acuciante era la cuestión en los albores del verano de 2010, que gobierno y oposición se pusieron de acuerdo al menos en la imperiosa necesidad de reforma del marco jurídico regulador de las mismas. Se dicta entonces la Ley Orgánica Reguladora de las Cajas de Ahorros de 13 de julio de 2010. Su Exposición de Motivos justificaba la misma. Centra las debilidades de esta en la inexistencia práctica de instrumentos de capitalización, desmedida politización, opacidad y una más que estrecha vinculación con los poderes autonómicos. Pero no sólo a esto venía a enmendar la reforma, ya que pretendía solventar otros problemas que afectaban más directamente a la gestión diaria, como el exceso de capacidad instalada, baja productividad y escasa eficiencia, a lo que hay que añadir, las especiales dificultades de acceso a los mercados financieros. El remedio entonces dispuesto, lleno de tibieza como no podía ser de otra forma con este gobierno, consistía en la creación de un engendro llamado SIP y el establecimiento de ayudas públicas a través del FROB a unos intereses del 7%.
Lo que se pensaba ha acontecido y las reformas de hace seis meses no han servido ni de aperitivo. El Gobierno, un vez más pretende un golpe de efecto con las supuestas y posibles modificaciones legales que ahora anuncia. Mientras tanto las cajas alertan de los efectos nocivos que la indefinición de las medidas provoca en el sector. En realidad la situación por estas padecidas es de absoluta inseguridad jurídica. Precisamente la menos recomendable ante una situación como la que atraviesan. Tan es así que el Ejecutivo anuncia un nuevo marco normativo, pero sin determinar y especificar su contenido. Sólo manifiesta la intencionalidad última de la norma, aumentar la solvencia y la transparencia de las entidades.
Debemos hacernos la pregunta de rigor. ¿La intencionalidad del gobierno se traducirá en las medidas precisas para salvar las cajas? Todo parece indicar que no. Primero, el tiempo previsto para la ampliación de capital es demasiado largo en el tiempo, a lo que hay que añadir al respecto un previsible alto coste para la recapitalización. A bote pronto, el Ministerio de Economía ha estimado en 20.000 millones el coste añadido a financiar presumiblemente por inversores privados, a lo que hay que agregar los 14.000 que ya adelantó el FROB. Pero pienso que el problema es mucho más acuciante y profundo y todo ello relacionado con el sector inmobiliario. Me explico. El precio de la vivienda ha tenido una caída media en torno al 15%. Los analistas ya advirtieron hace dos años una sobrevaloración de los inmuebles en nuestro país alrededor del 35%. Por lo tanto, el coste real de recapitalización de las cajas se situará entre los 45.000 y los 120.000 millones. De ahí las reticencias de los inversores privados para acceder sin más al capital de las cajas. Precisamente por las dudas más que razonables sobre la solvencia de las mismas.
Concluyo con mi propuesta. Dado que nadie sabe lo que jurídicamente son las cajas, desconociéndose incluso la propiedad de las mismas, lo que es contradictorio y contraproducente en una economía capitalista, la reforma que se haga debe suponer un auténtico punto de inflexión. Entre otras cosas, es el título de propiedad lo que legitima la toma de decisiones del empresario. No se trata pues de intentar seguir ganado tiempo. Lo comenzamos a perder el mismo día en el que Lehman Brothers colapsó, arrastrando a todo el sistema financiero mundial. Entonces éramos los más solventes a juicio de ZP.
No hacer las cosas a tiempo, como una vez más nos está pasando, nos pone mirándonos al espejo junto a Japón. El estancamiento que padece el coloso asiático y ya va para más de una década, se debe a inacción del gobierno nipón que no se atrevió a tomar las decisiones precisa en el momento oportuno. Con su sistema financiero agónico, las empresas japonesas empezaron a caer. ¿Les suena todo esto? A lo mejor hasta nos llaman ahora el país del sol de occidente.