Un soldado vigila a tres saqueadores que han sido atados a un tanque después de ser detenidos con objetos robados. :: EFE
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Mubarak fía su suerte al Ejército

El presidente egipcio hace que cazas sobrevuelen las protestas y se reúne con la cúpula militar para buscar su apoyo

EL CAIRO. Actualizado: Guardar
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Hosni Mubarak sacó ayer los aviones de combate para sobrevolar al filo de las cuatro de la tarde la plaza cairota de Tahrir, donde una multitud de 10.000 personas desafió el toque de queda para rehacer las manifestaciones en un pulso contra su presidente que, por momentos, cobró tintes furibundos. Los cazas irrumpían como un trueno poco después de que el 'rais' se dejara ver visitando el cuartel general de su Ejército en amigable abrazo con los miembros del Estado Mayor. «Nos está diciendo que puede bombardear al pueblo cuando quiera; ¿es eso?» se preguntaba Z., una bloguera y activista perseguida por el régimen que se mostraba abatida por los mensajes de intimidación y clamaba: «Necesitamos que el mundo nos ayude».

Los helicópteros de la Fuerza Aérea describieron círculos obsesivos sobre la capital durante todo el día. En otra foto para la advertencia, el ministro de Defensa, Mohamed Said Tartewi, apareció dando confianza y apretones de mano a las tropas que protegen la televisión estatal, como si esperara de ellos la gloria en una misión grave. Los tanques siguen protegiendo los centros de poder, que ya no eran tan aclamados como el sábado. Al-Yasira había sido cerrada por la mañana. Policías de paisano evacuaron varias estaciones satélite para impedir que algunas televisiones internacionales emitieran imágenes al exterior.

Internet y todo su potencial para contar al mundo lo que está pasando llevan apagados desde el viernes. «Algo se está cocinando, estamos viendo los elementos suficientes para pensar que en cualquier momento pueden abrir fuego contra la población», indicaba el doctor Diaa Rashwan, jefe de la unidad de Sistemas Políticos del Centro de Estudios Estratégicos Al Ahram. La CNN aseguró que se había visto a soldados disparando en el centro de El Cairo.

Sin vuelta atrás

Cuando la presión era más evidente, el premio Nobel de la Paz y supuesto aspirante a candidato presidencial, Mohamed el-Baradei, apareció ya de noche en la plaza de Tahrir tras haber pasado bajo arresto domiciliario desde el jueves, fecha de su llegada al país. El que fuera director de la Agencia Mundial de la Energía Atómica era designado ayer por diversos grupos de oposición para organizar un gabinete de transición, llamado a responder a las reivindicaciones de esta protesta inédita. «Lo que hemos empezado no tiene vuelta atrás, el cambio va a llegar en los próximos días. Mubarak debe irse ya», fueron las palabras de El-Baradei, al que el pueblo no reconoce ni como portador de su voz, ni como líder, aunque su bajada al terreno podría empezar a granjearle las simpatías que por ahora no concita.

La última consigna difundida de boca en boca dice que los manifestantes tratarán hoy de concentrarse frente al palacio presidencial, la llamada Casa Blanca, en el barrio de Heliópolis, que es la residencia oficial que Mubarak utiliza cuando ocasionalmente abandona las costas del Sharm el-Sheij en el mar Rojo.

Pero las fuerzas para seguir secundando las movilizaciones flaqueaban ayer en algunos vecindarios de la capital, donde se están viendo obligados a formar patrullas cívicas para bregar por las noches con un pillaje galopante. La Policía está desaparecida, no ha habido ni un agente desde hace dos días, aunque anoche volvían a recibir orden de desplegarse en El Cairo. «Estamos exhaustos, así es muy difícil seguir», confesaba el propietario de una zapatería en la calle Shihab, arteria comercial del acomodado sector de Mohandiseen, donde viven muchos de los artistas, profesionales liberales e intelectuales más comprometidos en este gran asalto popular al poder. A su lado, una cuadrilla de albañiles levantaba un muro de ladrillo para proteger el escaparate de un restaurante. Alejado diez metros, un tipo vestido con un rocambolesco 'uniforme de cazar pavos' -aclaraba- custodiaba, rifle y ristra de cartuchos al hombro, una galería de lujo. «Tengo licencia de armas y el propietario de esto es amigo mío... Hay mucha gente pobre y desesperada en este país y hemos decidido que hay que montar guardia para que no nos roben», anunciaba.

Provocar el caos

Pero la teoría de la calle es que el saqueo de la ciudad se está promoviendo desde el propio Ministerio del Interior -«el del miedo y la tortura», resumen- con el fin de sembrar la confusión y acabar abocando el movimiento ciudadano. «Conspiración del Ministerio del Interior para llevar al caos la revolución», titulaba el principal diario independiente, 'Al-Masry Al-Youm', donde ayer podía leerse que fueron los propios policías los que este fin de semana empezaron a incendiar las comisarías en diversos puntos.

«Están esperando a que nos cansemos defendiendo nuestras casas para que así dejemos de defender Egipto», constataba la bloguera Z. «Son ellos, la propia gente de la Seguridad, no cabe duda, y gente pagada por Habib al-Adli (el ministro del Interior), y lo que quieren es dividirnos, agotarnos, echarnos la culpa y que esto se convierta en una locura para empezar a detenernos otra vez y vaciar las protestas», porfiaba en el humilde distrito de Zeitun Neema Selem, ama de casa. Para el imaginario popular, la salida entre el sábado y el domingo de miles de prisioneros de las cárceles cairotas demuestra que hay una intención de que «los delincuentes comunes y los ladronzuelos se muevan» para desestabilizar todo lo posible.

Allí en Zeitun está cundiendo la sensación de que lo más difícil está por llegar. Hay calles llenas de barricadas hechas con coches, escombros y bidones. La gente se agolpaba por la mañana frente a una armería para comprar pistolas y munición de fogueo con la que espantar a los cacos. Ha empezado a escasear la comida en los supermercados, donde ayer ya no había arroz ni queso.