Con pavimento de piedra de Tarifa en Beato Diego, 10. :: L. V.
EXTERIORES ROBADOS

CASAPUERTA

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Todo es nobleza en la casapuerta. La piedra umbral, macizo mármol que exhibe el desgaste infalsificable de los siglos; los pedestales que soportan las jambas, de mármol rosado y muda sobriedad; las propias jambas, soberbios monolitos de mármol blanco con molduras y guirnaldas; el dintel, rematado con candeleros; los formidables portones, que sugieren pretéritas riquezas interiores proporcionales a su fortaleza; los llamadores y el escudo de la cerradura; la singular solería, fabricada en la losa de Tarifa que pavimentó las glorias de los Austrias; las dilatadas placas de mármol que conforman el zócalo; la puerta del patio, reliquia del recogimiento conventual de la España imperial.

Refleja la estancia dos momentos históricos, dos almas: la austeridad de la España solariega y ascética de un lado; el lujo preciosista de la burguesía liberal de otro. La primera se revela en las dimensiones de la estancia, en las puertas, en el suelo empedrado; la segunda en los sobrevenidos mármoles labrados: el zócalo y acaso también las jambas y el dintel.

El abandono al que aparece librado tan singular conjunto presagia una reforma. En manos de las Administraciones Públicas está el alumbrar, aunque sea solo con una campaña de sensibilización, a vecinos, a propietarios, a profesionales, sobre los valores que atesora esta casa y tantas como esta que vemos a diario perdidas para siempre, víctimas de reformas inclementes. Con qué poco se salvaría tanto.