Sociedad

La Biblioteca Nacional explora las múltiples facetas de Torrente Ballester

MADRID. Actualizado: Guardar
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«Soy un escritor anticuado, y toda mi fuerza me viene de este hecho». Así se definía Gonzalo Torrente Ballester (Ferrol, 1910- Salamanca, 1999) cuya intensa vida y extensa obra se repasa en la muestra 'Los mundos de Gonzalo Torrente Ballester' que acoge la Biblioteca Nacional como colofón del centenario del nacimiento del escritor y académico gallego. Premio Príncipe de Asturias en 1982 y Cervantes en 1985, decía Torrente que el autor de 'El Quijote', como él, «fue en su tiempo un autor arcaizante». «Esto no supone naturalmente comparación alguna, pero sí un discipulaje cada vez más consciente y voluntario».

Cervantes fue, en efecto, uno de los ejes de la proteica vida de Torrente Ballester, personaje de muchos perfiles que trata de desentrañar esta muestra que la ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde, y la infanta Elena, inauguraban el mismo día que se cumplían doce años del fallecimiento del autor de 'Los gozos y las sombras' o 'La saga-fuga de J.B'. Ha sido organizada por la Sociedad Estatal de Acción Cultural y la Fundación Gonzalo Torrente Ballester (FGTB), con la colaboración del Instituto Cervantes.

Además del narrador y el dramaturgo, la muestra se ocupa a través de infinidad de documentos, fotos, publicaciones y objetos del Torrente fotógrafo, del profesor, del periodista y el crítico teatral, del cinéfilo, del padre preocupado por su extensa prole, de su proximidad y alejamiento al franquismo, de de su interés por las artes plásticas y la música o por las nuevas tecnologías.

Correo electrónico

No en vano, fue Torrente Ballester el primer académico en abrir una cuenta de correo electrónico en 1993, mucho antes de la eclosión de internet. Fue también un pionero en el uso de la informática y se puede ver en la muestra su primer portátil, un armatoste, junto a las máquinas de escribir a las que sustituyó.

También están sus cámaras fotográficas, sus grabadoras y magnetófonos y parte de su colección de maquetas de barcos y de más de 300 teteras que dan prueba de su amor por la milenaria infusión y de su carácter filobritánico. «Era un hombre muy culto, curioso, inquieto y con un gran afán documental, además de un gran escritor que se permitía todas las licencias fantásticas posibles» explica Miguel Fernández-Cid, comisario de la muestra junto a Carmen Becerra.