Hezbolá toma el control de Líbano
Nayib Mikati se hace con el poder en medio de los graves disturbios protagonizados por los seguidores de Hariri
JERUSALÉN. Actualizado: GuardarHezbolá consumó ayer su ascenso imparable al dejar de ser solo el oscuro partido-milicia que controla la trastienda de Líbano para convertirse en la primera fuerza política del país, y además sin disparar un solo tiro. Su candidato, el multimillonario y diputado independiente suní Nayib Mikati, conseguía ayer la mayoría parlamentaria para ser designado nuevo primer ministro gracias a un ejercicio de transfuguismo impulsado por los chiíes para derrocar al pro-occidental Saad Hariri -jefe del Gobierno desde hacía 14 meses-, que fue contestado en la calle con un estallido de violencia.
Al grito de «la sangre suní hierve» y «Hezbolá, partido del diablo», los seguidores del mandatario saliente protagonizaron una 'jornada de la ira' con decenas de manifestaciones que se tradujeron en graves disturbios en Trípoli o Beirut, resucitando el temor a la fractura sectaria en el siempre frágil país del cedro. La victoria de Hezbolá espoleó otra ola de rechazo en lo diplomático, con las advertencias de EE UU de limitar la colaboración y la ayuda financiera a Líbano, hasta ahora un «aliado» en manos de Hariri, que pasará a la órbita de Irán y Siria bajo el dominio de una organización catalogada como terrorista en Washington. En Israel, el viceprimer ministro, Silvan Shalom, lamentó directamente que se haya instalado «un gobierno iraní en nuestra frontera norte».
Omnipotencia
Exageradamente compleja, como todas las crisis que sufre Líbano, esta última ha puesto de manifiesto dos aspectos. El primero, la omnipotencia de Hezbolá para hacer y deshacer a su antojo en el país, esta vez materializando en las instituciones la toma de poder que ya escenificó en 2008 por la vía de las armas. La segunda evidencia es su profundo nerviosismo ante la inminencia del informe del Tribunal de la ONU que investiga la muerte en 2005 del ex primer ministro Rafik Hariri, y que previsiblemente señalará a miembros del partido chií como culpables.
Hezbolá rompía el pasado 12 de enero la coalición gubernamental cuando Saad Hariri se negó a poner fin a la cooperación de Líbano con esta corte internacional, que desprecia como un instrumento occidental al servicio de Israel. La suma de sus escaños, más los de su tradicional socio cristiano Michel Aoun y diputados del druso Walid Jumblat daban ayer como resultado un total de 68 votos sobre 128 en la Cámara libanesa, suficientes para sentar a Mikati como la marioneta que, ahora sí, cerrará cualquier resquicio de colaboración con los jueces de la ONU. Considerado en el país como un «tecnócrata inteligente» y conocida su amistad personal con el presidente sirio Bashar al Assad, se cree que su única función será impedir que los trabajos del Tribunal prosperen. El jefe de Hezbolá, Hassan Nasralah, dejaba ayer claras estas intenciones en un discurso televisado, en el que señalaba que «no buscamos el poder o controlar el Gobierno, solo queremos parar la conspiración contra nosotros».
Nasralah negó que Mikati sea 'un hombre de Hezbolá', lo que formalmente es obvio, puesto que pertenece a la confesión suní, condición imprescindible para ser dirigente del Gobierno libanés.