Amós de Gil y Juan Vidal, en la isla Decepción, en la Antártida. :: L. V.
Sociedad

Cádiz vigila volcanes en la Antártida

Los resultados se aplicarán en otras zonas, como Nicaragua o Canarias, donde los expertos trabajan de forma paralela Investigadores de la UCA estudian cómo afecta la actividad volcánica a los movimientos de la tierra

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Desde diciembre, los investigadores de la Universidad de Cádiz Amós de Gil y Juan Vidal permanecen en la base española Gabriel de Castilla, en la Antártida, estudiando la actividad volcánica mediante sistemas GPS. Pasaron las Navidades en la isla Decepción, que comparten con militares y científicos argentinos. Cuando uno viaja a la Antártida piensa que en cuanto pise tierra firme el paisaje estará dominado por un blanco nuclear, pero no es así. En Decepción, bajo la que duerme un volcán en activo, domina el negro, «excepto cuando hay nevadas», apunta Amós de Gil, que se sorprendió cuando llegó y vio el color del paisaje, en el que predomina la oscura tierra volcánica. Coincide con él José Manuel Lupiani, Jefe de la Base. «Es un lugar único, un privilegio estar aquí y vivir esta experiencia». Su equipo del Ejército de Tierra se encarga del apoyo logístico, sanitario, las comunicaciones y el aprovisionamiento.

Actualmente, una veintena de científicos trabajan en la zona, midiendo las alteraciones de la superficie terrestre que genera la actividad volcánica. Para ello, parten de modelos matemáticos.

«Nuestro objetivo es estabilizar el sistema de vigilancia volcánica a partir de técnicas geodésicas GPS», explica el profesor de la UCA Manuel Berrocoso, responsable del proyecto. Cuando esto se consiga, los resultados serán trasladados a otros puntos del globo, como Nicaragua o Tenerife, que alojan otros volcanes importantes. Berrocoso, que enseña a los alumnos sobre satélites artificiales y astronomía, este año no ha viajado al Polo Sur. «Son campañas muy duros», por lo que este año se ha quedado investigando en la retaguardia, coordinando el trabajo de campo de sus compañeros.

En el caso de De Gil, es su quinta campaña, pero asegura que hay un científico inglés «que viene desde 1967». Entonces «debía de ser muy duro», ya que no se tenían las comodidades de ahora. «Antes el 50% del tiempo del científico se centraba en sobrevivir y el resto en trabajar».

El estudio de la actividad volcánica es clave para predecir erupciones pero también está relacionado con el cambio climático. Se mide también la temperatura de la zona, a distintas profundidades, para observar el impacto en el deshielo y las variaciones del nivel del mar.

Para Amós, resulta curioso que «haga una temperatura de bajo cero y bajo el suelo que pisas haya 120 grados». Así, los científicos se encuentran a menudo fumarolas activas en medio de la nieve.

Hasta principios de marzo permanecerán en la Antártida cambiando GPS de sitio, realizando mediciones topográficas y analizando resultados, ya que ese es el trabajo del día a día. «Nos levantamos a las siete, desayunamos y empezamos a trabajar. Nos solemos mover en zodiac y a veces comemos por la isla o volvemos a la base». Lo peor, según el científico, «son las ventiscas», sin duda, y esos días es «imposible salir de la base».

Un lugar único

«Al principio tenía un poco de estrés, porque soy el responsable aquí», apunta Amós de Gil. «Pero estoy muy contento porque estamos cumpliendo los objetivos que nos habíamos marcado». Algunos de los datos recabados se estudian y valoran allí pero otros «se seguirán trabajando en España». El investigador de la UCA no duda en afirmar que «la Antártida saca lo mejor de ti, solidaridad, compañerismo... Cuando estás mal, siempre hay alguien que se da cuenta y te pone la mano en el hombro...».