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La menor de Alcalá desaparecida en Málaga murió por un fuerte golpe en la cara

La autopsia descarta la agresión sexual, mientras se sigue la pista de un coche. El cuerpo se trasladará esta noche a Paterna donde se oficiará el funeral mañana a las 11.00 horas

ARRIATE (MÁLAGA). Actualizado: Guardar
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La investigación en torno al crimen de María Esther Jiménez Villegas, la niña de 13 años nacida en Alcalá de los Gazules que fue hallada muerta el jueves en Arriate (Málaga), ha empezado a despejar algunas incógnitas. Se ha confirmado, por ejemplo, que fue golpeada con una piedra en el rostro, lo que le ocasionó una fractura craneal, y no se han hallado indicios de abusos sexuales. Sin embargo, aún se busca al posible o posibles homicidas y se intenta aclarar qué ocurrió después de que la niña desapareciera la noche del miércoles, tras verse con unos amigos. María Esther -que nació y vivió en la provincia de Cádiz hasta los ocho años- se mudó con sus padres a Arriate, un pueblo de 3.500 habitantes cercano a Ronda.

La investigación de la Guardia Civil se apoya principalmente en cuatro pilares:

1. El escenario del crimen. Un bombero del Consorcio Provincial descubrió el cuerpo sin vida de la menor a las 19.30 horas del jueves durante una batida por el pueblo para tratar de localizar a la pequeña, que había desaparecido la noche anterior. La encontró en una caseta de la depuradora de una piscina en la Huerta de la Curva, una zona a unos 200 metros del municipio.

La puerta de la caseta había sido forzada para entrar -posiblemente de una patada- y posteriormente, la habían cerrado por fuera con un pestillo. El cuerpo de la menor estaba encajado entre el motor y la pared. Solo se le veía una mano. Le habían echado por encima su propia chaqueta, lo que impedía ver su rostro. Al retirar la chaqueta, los agentes confirmaron que el cadáver correspondía al de María Esther Jiménez y que se trataba de una muerte violenta: tenía un fuerte traumatismo en el rostro. En el escenario del crimen, los investigadores hallaron la piedra que habrían utilizado en la agresión, del tamaño de un balón de rugby. La menor presentaba una segunda herida en la nuca, aunque podría habérsela hecho al caer de espaldas. La víctima estaba completamente vestida. Según las fuentes consultadas, ni en el escenario del suceso ni en la investigación posterior se han hallado indicios de agresión sexual, aunque habrá que esperar los resultados de los análisis de la necropsia.

2. La autopsia. Cinco médicos forenses -entre ellos, el que estuvo el día antes en el levantamiento- realizaron ayer un exhaustivo examen del cadáver de la menor, al que asistieron varios guardias civiles que trabajan en el caso. Se prolongó durante casi cinco horas. Aparte del traumatismo craneoencefálico. No han trascendido otros hallazgos debido al sigilo que rodea a la investigación. No obstante, el subdelegado del Gobierno, Hilario López Luna, informó ayer de que se han encontrado «numerosas pistas», sin especificar cuáles, que pueden ayudar a resolver el caso con celeridad.

3. Los testigos. Otra de las claves del caso está en los testimonios que los agentes están recabando en el municipio. En estos días se tiene previsto interrogar a más de una veintena de personas. Para ello, se ha habilitado una oficina en el Ayuntamiento con el fin de ocasionar el mínimo trastorno a los testigos. La Guardia Civil investiga una de estas declaraciones con especial celo. Según las fuentes, se trata de una persona que habría visto a la menor el miércoles por la noche a bordo de un vehículo conducido por un hombre.

4. La reconstrucción de las horas previas. Los investigadores -hay una docena de especialistas de la Unidad de Policía Judicial del Instituto Armado- intentan averiguar el itinerario de la menor antes de su desaparición. Al parecer, por la tarde, de 16.00 a 18.00 horas, estuvo en el instituto para asistir a unas clases de apoyo. Luego fue a su casa a merendar y, sobre las siete, acudió a la parada del autobús, que es punto habitual de reunión de jóvenes del municipio. Allí estuvo en compañía de otros amigos hasta las nueve, cuando el resto se marchó. A su madre le extrañó que María Esther no estuviera en casa a las diez, hora a la que empezaba uno de sus programas preferidos en la tele. A las once, la mujer se echó a la calle. Fue a la parada del autobús, donde había algunos amigos de su hija, quienes le dijeron que la última vez la vieron fue a las nueve. La siguiente pista es la del testigo que sitúa a la niña en el coche.

5. Internet. Una de las muchas incógnitas que aún pesan sobre el caso pasa por saber si la menor se quedó con alguien. María Esther era usuaria de redes sociales, donde tenía un perfil. Utilizaba el ordenador de una vecina. Agentes de la Unidad de Delitos Telemáticos le han pedido permiso para rastrearlo con el fin de investigar los últimos contactos de la niña.