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Túnez borra la memoria de la dictadura
Las manifestaciones vuelven a ocupar las calles para pedir la desaparición del partido de Ben Ali y todo lo que le recuerde
SIDI BOUIZID (TÚNEZ). Actualizado: Guardar«¡Muerte al RCD!». No hay perdón posible. No hay vuelta atrás ni medias tintas. La gente quiere un cambio total y no acepta el experimento de un Gobierno de transición en el que doce de los veinte ministros sean políticos con un pasado marcado por la dictadura.
Mientras los gritos de los manifestantes ante la sede central de la Agrupación Constitucional Democrática (RCD, por sus siglas en francés) se elevaban por encima de los disparos al aire de los numerosos soldados que protegen el flamante edificio de veinte plantas, la desaparición del partido del régimen se precipitaba en el interior de los despachos. Primero llegó el anuncio de la salida de la formación de Ben Ali de la totalidad de los ministros del Ejecutivo de transición, siguiendo de esta manera los pasos del presidente interino, Fued Mebaza, y el primer ministro, Mohamed Ghanuchi.
Una especie de intento desesperado para intentar sobrevivir políticamente y seguir llevando las riendas del cambio. Poco después el secretario general anunció la disolución del comité político, el máximo órgano de la organización. Los ciudadanos plasmaron esta desaparición arrancando las placas con las siglas RCD de las paredes de la sede central. Asimismo, se incautarán todos los bienes del partido, según anunció el portavoz del nuevo Ejecutivo, Taieb Bacuche. ¿Aceptará la gente este gesto de sus políticos o exigirá la llegada de nuevas caras, limpias de un pasado vinculado a la dictadura? Es el nuevo capítulo que se vivirá en las calles del país en las próximas horas, porque son las calles las que están marcando la agenda de los acontecimientos.
Con la misma rapidez que la rebelión logró enviar al tirano al exilio de Arabia Saudí, el Gobierno provisional tomó su primera gran decisión en la que fue también su primera sesión hasta el momento después de 48 horas de zozobra debido a la renuncia de cuatro ministros de la oposición. Un quinto, miembro del RCD, dimitió en la mañana de ayer «por el interés del país».
Pruebas de la corrupción
Junto a los movimientos políticos, la Justicia tunecina también trata de responder a las protestas diarias que exigen la investigación de la corrupción del antiguo régimen y por ello filtró a los medios públicos imágenes de las joyas y restos arqueológicos encontrados en las casas de los 33 miembros de la familia del ex dictador apresados en las últimas horas.
«Si el partido no desaparece de la escena política viajaremos hasta la capital y haremos lo mismo que en Sidi Bouzid», advierte Ismail Garby, profesor de enseñanza secundaria en esta localidad agrícola del centro del país, doscientos kilómetros al sur de la capital, en la que comenzó el levantamiento popular que acabó con Ben Ali. Entre paredes pintadas con el lema «¡RCD degage!» (¡RCD fuera!) y con la fotografía del mártir nacional, Mohamed Bouazizi, en cada esquina los 4.000 habitantes de ese lugar se han convertido en símbolo de resistencia para el resto de Túnez. Aquí se inmoló el joven informático de 26 años el pasado 17 de diciembre y se perdió el miedo a una policía represora que ahora permanece encerrada en la comisaría municipal y apenas se asoma a las calles.
Como ocurre en el resto del país magrebí, la gente quiere hablar y mostrar su alegría por el cambio. La antigua avenida 7 de Noviembre Sidi Bouzid, en honor a la fecha de la llegada al poder de Ben Ali, se llama ahora avenida Mártir Bouazizi y manifestaciones esporádicas la recorren mañana y tarde al grito de «¡Viva Túnez libre!». Es la nueva cara de un país que sigue sumido en el sueño de la revolución.