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China compra en la Casa Blanca 200 aviones Boeing Exportaciones
Obama pasa de puntillas sobre los derechos humanos y Hu Jintao admite que su país «tiene aún muchos retos»
NUEVA YORK. Actualizado: GuardarUn premio Nobel de la Paz, Barack Obama, tuvo ayer la oportunidad de sentarse cara a cara con el presidente del país que ha impedido a otro galardonado salir de la cárcel para recibir el mismo honor. Pero Obama no jugaba ayer el papel de Premio Nobel de la Paz, sino el de presidente de un país que agoniza para dejar atrás la crisis económica. Fue la prensa local, en las dos preguntas que se le autorizaron, la que forzó el tema de los derechos humanos en las relaciones entre China y EE UU.
Lo que la CNN calificó como «una de las conferencias de prensa más importantes de nuestro tiempo» había sido impuesta por la Casa Blanca tras hacer entender al Gobierno chino que era la costumbre al uso durante la visita de cada mandatario extranjero. Hu Jintao aceptó la obligatoriedad de contestar cuatro preguntas -dos de periodistas estadounidenses y dos chinos- con la misma estoicidad con que escuchó las acusaciones de que su país viola sistemáticamente los derechos humanos.
El espinoso asunto, «fuente ocasional de tensiones entre los dos países», por el que Obama prefirió pasar de puntillas durante su discurso, se quedó perdido entre las palabras de un intérprete incapaz de traducir simultáneamente, que fue amonestado por los periodistas chinos. O al menos ésa fue la excusa que utilizó Hu cuando el segundo periodista estadounidense le pidió explicaciones por no haber contestado la pregunta sobre derechos humanos.
Hu aseguró que su país está comprometido con el respeto de los mismos y el cumplimiento de la declaración universal de derechos humanos, pero admitió con sorprendente humildad que China tiene aún «muchos retos» y puede aprovechar los ejemplos de otros países. La falta de traducción simultánea provocó situaciones embarazosas e hizo el encuentro público tan largo y tedioso que Obama agradeció a la prensa la paciencia demostrada. Era la primera nota discordante en una visita de Estado de dos días para la que la Casa Blanca se había propuesto que todo saliera rodado. Consciente de los escollos protocolarios de las dos anteriores visitas de mandatarios chinos -ésta sería la cuarta en 30 años-, no se habían ahorrado ritos ceremoniosos ni pomposas etiquetas. Al fin y al cabo el invitado de honor representa a un Gobierno que posee 900.000 millones de dólares (668.000 millones de euros) en deuda estadounidense, y ayer mismo firmó contratos por valor de 33.400 millones de euros. Entre las empresas agraciadas destacan General Electric, Microsoft y Boeing. Esta última acaba de colocar a China 200 aviones por valor de 14.100 millones. Además, China ha anunciado inversiones en EE UU que, según el Gobierno de Obama, generarán 235.000 puestos de trabajo, el talón de Aquiles de la recuperación económica.
Eso explica que Obama prefiriera «celebrar los grandes logros» de esa «extraordinaria civilización» que es China. «Debemos centrarnos en las áreas donde estamos de acuerdo, mientras reconocemos que existen diferencias en otras», aconsejó el mandatario estadounidense cuando se le preguntó cómo podía ser tan amigo de un país que reprime los derechos humanos.
Del otro lado, las preguntas de la prensa china mostraban el recelo de ese país ante las presiones estadounidenses, presuponiendo que EE UU se siente incómodo con el crecimiento chino que amenaza su liderazgo. Paradójicamente el despegue del gigante oriental se desató a raíz de la primera visita de un presidente chino a EE UU hace 30 años. «Veremos otros 30 años de evolución», deseó Obama, para quien su país sólo quiere asegurarse de que ese crecimiento se produce «fortaleciendo las reglas internacionales». Hu le tranquilizó. «China es amigo y socio de todos los países. Nuestro desarrollo es una oportunidad para el mundo», aseguró.