MUNDO

La personalidad errática del terror

Jared Loughner, el autor de la matanza de Arizona, mostró desde la escuela un carácter perturbado que despertaba temor

NUEVA YORK. Actualizado: Guardar
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Un joven perturbado, solitario y aislado. Todas las aproximaciones a la errática personalidad del autor de la matanza de Arizona se han armado en torno a este cliché. Y sin embargo, detrás de ese estigma de joven marginado, falto de disciplina y de mente fantasiosa hay otros rasgos más poderosos que explican por qué Jared Lee Loughner tuvo tanto éxito a la hora de perpetrar su diabólico plan. Las últimas aportaciones de la investigación desvelan que ideó el ataque con la meticulosidad de los mejores atracadores de bancos, recorriendo con su coche el barrio de Tucson donde cometería la matanza, con la congresista demócrata Gabrielle Giffords como principal objetivo.

Pero han sido las numerosas aportaciones de antiguos profesores y compañeros de estudios, así como la de su exnovia, las que han contribuido a sacar a la luz el lado más problemático de este joven de 22 años. Loughner comenzó a dar pistas de que era un chico bastante «raro» en sus años en el instituto y según recuerdan algunos colegas ya había señales de que abusaba de las drogas. Sin embargo, aquel muchacho delgado de cabello oscuro también poseía un carácter extrovertido que le hacía muy simpático y accesible. Al menos lo suficiente como para tocar en la banda de jazz del colegio. Luego conoció a su novia y poco a poco empezó a aislarse del mundo con ella. La ruptura no le sentó nada bien y fue a partir de ahí cuando afloraron sus fuertes altibajos de persona solitaria y «cada vez más perturbada», contó esta semana un amigo de aquellos años.

Comienzo del fin

Tras el baño de sangre que dejó seis muertos en Tucson, ahora queda más claro que su etapa en el instituto fue solo el principio de una pronunciada caída. Estudiantes y profesores de la Universidad de Pima Community College, que abandonaría el año pasado, componen en retrospectiva la imagen de una personalidad con fuertes signos de inestabilidad, tan acusados que había gente que le tenía hasta miedo. Algunos recuerdan, por ejemplo, un incidente el primer día del nuevo curso el pasado junio, cuando el profesor Ben McGahee planteó una pregunta de aritmética simple y quedó completamente sorprendido por la explosiva y confusa respuesta: «¿Cómo se atreve usted a negar la matemática en lugar de aceptarla?», exclamó Loughner con prepotencia. Esto alarmó lo suficiente a McGahee como para informar a la dirección de la escuela, que envió a un empleado de seguridad a la clase.

Sin embargo, un comportamiento tan variable -podía pasar de la risa histérica a los brotes agresivos en cuestión de minutos- no cesó, sino que se agravó, según cuentan maestros y compañeros de clase. En los exámenes solía escribir respuestas incomprensibles como: «Come+duerme+límpiate los dientes=matemática». «Me preocupaba la seguridad de mi escuela y de mis alumnos», declaró McGahee al diario 'The New York Times'. Cuando escribía en la pizarra siempre observaba a Loughner por el rabillo del ojo por temor a que hiciera algo. «Realmente tenía miedo de que un día le diera un arrebato y sacara un arma».

La estudiante Lynda Sorenson también cuenta que desde el principio le inquietaba su compañero. Según su versión, «siempre tenía mirada de loco en clase y muchas veces caminaba en círculo por el parque de la escuela, una y otra vez». Lynda Sorenson escribió alguna vez en un email que tenía miedo de que Loughner se pusiera violento. «Espero que pronto se vaya de la clase y no regrese con un arma automática». Días después, la estudiante lo tuvo claro. «Tenemos a un alumno seriamente perturbado y ellos (la dirección) buscan la manera de sacárselo de encima antes de que pase algo grave», escribió.

No se sabe cuándo comenzó Loughner a obsesionarse con Giffords. Lo que está claro es que en 2007 tuvo con ella un encuentro cara a cara en una pequeña reunión de ciudadanos y el día después se lo contó a su amigo Alex Montanaro. Loughner preguntó a la congresista algo así como: «¿Por qué las palabras significan lo que significan?» y, al parecer, se enojó porque ella no le dio la respuesta que esperaba. Después de esto, el asesino de Arizona apenas hizo un par de menciones sobre Giffords. «Por eso nunca creí que fuera a convertirse en una historia importante», recuerda ahora Montanaro.