Un gran encantador de letras
Enrique Víctor de Mora Abogado y profesor de la UCA
Actualizado: GuardarEs sobradamente conocido por sus facetas de profesional del Derecho, profesor universitario, cofrade, pregonero, columnista (de LA VOZ) y colaborador de distintos medios de comunicación. Su vinculación al mundo de las letras es más que evidente, aunque Enrique Víctor de Mora «iba para médico» hasta que a los 13 años cambió de opinión y de vocación gracias, precisamente, a una lectura cuyo contenido prefiere no desvelar. El último regalo que le han hecho ha sido una corbata, y cuando se le pregunta por cuántas tiene, responde categóricamente: «Un caballero nunca revela el número de corbatas que posee, eso es de nuevo rico». En todo caso, la cifra debe ser muy elevada. Su biblioteca, también. La literatura es su principal afición junto al cine y al footing, que practica un par de veces por semana. En cuanto a los libros, «estoy deseando hincarle el diente a El Lobo Estepario, de Herman Hesse; aunque debo ser un tipo raro porque lo poco que he leído me encanta y la mayoría de los críticos lo ponen a parir». Su último acercamiento al cine ha sido a través de la trilogía de Las Crónicas de Narnia, de la que se queda con la primera parte -«tiene más aliento épico»- y con la tercera. Enrique Víctor, no cabe duda, es un hombre clásico. Lo confirman, entre otros detalles, sus mitos: «Desde John Wayne hasta Elvis Presley». Sin embargo, sus aires clasicistas no le desproveen de una forma de ser que, al mismo tiempo, es alegre, desenfadada e, incluso, socarrona. «Yo guardé luto por Elvis», señala muy serio, «y todos los años me pongo algo negro en su honor». No es difícil disfrutar con Enrique Víctor de una conversación divertida, lo que es más complicado es que muestre una de sus habilidades más desternillantes: la imitación. «Cuando era estudiante se me daba muy bien imitar a los profesores y hoy día lo sigo haciendo con algunos personajes», relata. Por las críticas que recibe, no debe dársele nada mal. Según cuenta, «un compañero de trabajo siempre me dice que por qué no me dedico al mundo del espectáculo». Pero es obvio que al conocido abogado jerezano le tiran otros intereses. Es profesor de Filosofía del Derecho y Sociología Jurídica, y, por otra parte, un declarado cofrade y gran glosador de nuestra Semana Mayor. No en vano, entre otras cosas ha sido pregonero de la Semana Santa de Jerez -con gran éxito por su indudable dominio de las letras- y pertenece a cinco hermandades: la Amargura, el Cristo, la Paz de Fátima y el Rosario de capataces y costaleros, en Jerez; y el Valle en Sevilla. «Salvo el pregón del Rocío, la virgen no me ha llamado por esos caminos, creo que lo he dado todo», confiesa. Sostiene que intenta ser una persona culta, «pero no lo consigo», y es un gran enamorado de Italia, país en el que reside un mes todos los veranos por motivos profesionales relacionados con la Universidad. Lo hace desde 2005, y desde el año pasado la ciudad en la que pasa su retiro estival es Pisa. Si se le pregunta por sus viajes -ha conocido casi toda Europa gracias, entre otras cosas, a la gran afición viajera de sus padres- elige «el eje Roma-Paris-Praga», y cuenta que en la capital romana, apabullado por la belleza que le rodeaba, llegó a padecer el llamado síndrome de Stendhal. A la hora de escribir o en cualquier otra faceta de la vida le gusta relajarse fumándose un puro, afición que comenzó hace unos diez años «porque la escasa envergadura de un cigarrillo no llenaba mi vida».