La barrera de los 67 años complica el acuerdo y mantiene viva la huelga
La flexibilidad en las pensiones ofrecida por el Gobierno, adelantada en parte por Zapatero, no convence a los sindicatos
MADRID. Actualizado: GuardarEl tiempo se acaba y la distancia entre el Gobierno y los sindicatos se antoja insalvable. La razón, una cifra, la de los 67 años. Un guarismo maldito para CC OO y UGT y del que el Ejecutivo no quiere ni puede moverse. Todo un fin de semana de encierro no ha servido para convencer a las centrales con una oferta basada en propuestas de «flexibilización» a la hora de aplicar el régimen de jubilación que quiere implantar el Ejecutivo.
Se trataron también otros asuntos, pero la proximidad del día 28, cuando el Consejo de Ministros aprobará el proyecto de ley para cambiar el sistema, los ha dejado de lado ante la gran cuestión de la edad de retiro. El fantasma de la huelga sigue en el aire y parece que solo un tanto a favor de los trabajadores podría disiparlo. El problema es que el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, desveló el pasado 17 de diciembre en Bruselas la novedad de la flexibilización e, incluso, puso números y plazos que a esa hora negociaban en reuniones realmente secretas Trabajo y los sindicatos, lo que deja ahora poco margen a CC OO y UGT para convencer a sus bases.
Cuatro horas de reunión bastaron ayer para que el ministro de Trabajo, Valeriano Gómez, y los líderes de CC OO, Ignacio Fernández Toxo, y UGT, Cándido Méndez, diesen por concluidos sus extenuantes contactos y se retiraran a sus 'cuarteles de invierno'. Había mucho que analizar, consultar y preparar para una cita, la de hoy, que se antoja definitiva.
Las dos centrales tienen convocados sendos consejos confederales (primero UGT, hoy, y luego CC OO, mañana), en los que se debería examinar, si existiera, una propuesta del Gobierno y, al tiempo, decidir sobre el eventual paro general. La amenaza de los sindicatos sitúa la movilización a finales de este mes, lo que otorgaría a Rodríguez Zapatero el dudoso honor de convertirse en el primer presidente con dos huelgas en su currículo en menos de cuatro meses, todo un récord y un lastre. Por eso el mediodía de hoy se antoja la hora de la verdad.
Las posiciones siguen muy distantes, según reconocen unos y otros. El aumento de la edad de jubilación no es solo un paso que el Gobierno considera imprescindible para salvar el futuro del sistema de pensiones. También se trata de un compromiso asumido en persona por el jefe del Ejecutivo ante la presión de los mercados, que reclaman desde hace tiempo reformas estructurales profundas. Zapatero no puede dar un paso atrás, y la solución pasa por suavizar los cambios con el consenso de los sindicatos.
El viernes, el vicepresidente primero y ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, reiteró que hay que llevar a cabo una reforma con la misma intención que en 1985. Esto es, dijo, para garantizar su funcionamiento dentro de 30 años. A pesar de los malos augurios, el 'hombre fuerte' del Gobierno confió en contar con el mayor consenso político y social, por lo que -aseguró- el gabinete de Valeriano Gómez se reunirá con los sindicatos «las veces que haga falta» para llegar a un acuerdo. Rubalcaba no perdió la ocasión para recordar que fue precisamente el Partido Socialista «solito, y sin el apoyo de nadie» el que reformó el sistema de pensiones hace 25 años.
En las reuniones de este fin de semana, el Ejecutivo ha tratado de ofrecer a los sindicatos condiciones de jubilación «lo suficientemente flexibles para ser aceptadas», según fuentes del equipo de Valeriano Gómez. Los sindicatos, sin embargo, consideran que lo expuesto «no reviste ninguna novedad» respecto a lo ya conocido: «Ese elemento ya lo tenemos actualmente en nuestro sistema, desde la reforma de 2001, en forma de jubilación voluntaria», explicaron.
La propuesta con la que el Gobierno quiere ganar el «sí» de Toxo y Méndez se centra en lo poco que pueda 'estirar' su modelo. Se trata de concesiones en plazos y fórmulas para alcanzar la jubilación muy lejanas, por ahora, de las exigidas por CC OO y UGT. Las centrales solo saldrán airosas frente a sus bases si ganan la 'batalla de los 67'.