Lorca e Ikea
Dos noticias han saltado en estos primeros días de 2011 y son como dos regalos: el poema encontrado de Lorca y la historia de Ted Williams y su portentosa vozLa Junta ha ofrecido a sus empleados de Justicia trabajar horas extra por la tarde; quizá debería haberlo hecho con parados
Actualizado: GuardarQué. ¿Cómo se han portado los Reyes Magos? ¿Bien? No, si al final va a resultar que hemos sido todos muy buenos. Aquí con quien suscribe Sus Majestades han estado sublimes. Como si me conocieran de toda la vida, vamos. Eso sí, les tuve que echar una mano con algo que les contaré un poco más tarde. Antes quisiera pararme en dos noticias que hemos podido leer en el periódico en este principio de año 2011, y que son en sí, dos regalos de Reyes más. Ayer nos quedamos patidifusos al conocer que ha aparecido un poema manuscrito de Federico García Lorca en el Congreso de los Estados Unidos. «El profesor de la Universidad de Boston Christopher Maurer encontró por casualidad en la Biblioteca del Congreso de EEUU, en Washington, el primer borrador, escrito y con correcciones a mano, del poema de Federico García Lorca 'Oficina y denuncia', incluido en Poeta en Nueva York», rezaba ayer la noticia publicada por LA VOZ. Increíble pero cierto. A raíz de este asunto se me ocurrió que si miran un poco mejor en el Congreso de EE UU igual aparece por allí el Pendón de Jerez extraviado en nuestro sacrosanto y bendito Ayuntamiento. Así que me puse manos a la obra y llamé directamente al presidente del Congreso norteamericano. Total, si el Rey de España le ha cogido el teléfono a un periodista de Catalunya Radio, no perdía nada por intentarlo. Y funcionó. Aunque creo que tengo que perfeccionar mi inglés, este señor, muy amable, me dijo que el Pendón de Jerez no estaba allí, que ya habían mirado, que ya llamó hace unas semanas Casto Sánchez para lo mismo, y que nada de nada. No me extrañaría, fíjense los que les digo, que apareciera el Pendón dentro de cuatro meses, cuando estemos en plena campaña electoral de las municipales. No sé si lo encontrará el PSOE, el PP o Pacheco, pero atentos a la jugada. Al exalcalde seguro que le iría mucho mejor si contratará para sus cuñas radiofónicas de la campaña a Ted Williams, el vagabundo de la voz de oro que ha saltado a la fama tras ser descubierto pidiendo limosna en una autopista de Ohio. Maravillosa historia sobre las segundas oportunidades que se ha convertido en un cuento de Navidad. Si no han oído aún la voz de ese hombre, no pierdan el tiempo, manden a paseo este aburrido artículo y vayan a internet a disfrutar de un precioso regalo de Reyes. Por cierto, les comentaba antes que Melchor, Gaspar y Baltasar me pidieron ayuda para montar un sofá Ektorp de Ikea y que su destinataria se lo encontrara perfectamente instalado en el salón de su casa. Ya el nombre del sofá me escamó un poco. Ektorp. ¿Para torpes? En efecto. Asombrado fui comprobando como encajaban las piezas según iba siguiendo los pasos que venían dibujados en el folletito adjunto. Insólito, ¿no les parece? Presa de la felicidad y con ciertos aires de suficiencia miré al sofá fijamente cuando ya lo tenía montado. «Sólo me queda enroscar las patas», pensé, «pan comido». Pero claro, no conté con que en Suecia la rosca de los tornillos de las patas no siempre tiene por qué encajar en su boquetito. Tras hora y media de esfuerzos y sudores había logrado colocar siete de las ocho patas. La última les aseguro que no la habría puesto ni el de Bricomanía. Acordándome constantemente de la madre que trajo al mundo las albóndigas suecas, me di por vencido. «No pasa nada, por una pata no se va a notar, voy a ponerle la funda a los cojines, y se acabó». Iluso de mí. Cuando quise darme cuenta, faltaba un cojín, de los grandes, el que va en medio del asiento del sofá. Si en ese momento me ponen un sueco por delante, me-lo-co-mo. Y se me ocurrió llamar a Ikea. Hablar con un ser humano fue mucho más difícil que hacerlo con el presidente del Congreso de EE UU. Una voz electrónica me fue haciendo preguntas sin parar. Sólo me faltaba explicarle mi problema a la máquina del café de Ikea cuando una amable señorita me atendió. Eran las nueve de la noche del 5 de enero. Decidí ir a la tienda a recoger el cojín desaparecido. Lo que no se ha arreglado todavía es lo de la patita. Al parecer van a enviar a alguien para que lo arregle. Será un McGyver sueco, digo yo. Mientras tanto, yo me sigo acordando de Abba y todos sus compatriotas.