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CUESTIONES SENSIBLES

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La variedad ha venido siendo la gran musa del mundo, pero ahora hay un especial interés en uniformar los gustos, entendida esta palabra como el placer que experimenta alguien por algún motivo. Se está estrechando el cerco: primero nos convencieron de que está mal fumar en los locales cerrados, en lo que llevaban ciertamente razón, y ahora nos quieren persuadir de que las corridas de toros deben entrar en el apartado de «violencia contra animales», en lo que también tienen razón que les sobra. Lo que ya es más discutible es que tantas prohibiciones sean razonables.

El nuevo Manual de Estilo de la televisión pública incluye en el capítulo de «Cuestiones sensibles» la retransmisión de la llamada 'Fiesta Nacional'. Quieren amargárnosla. Seguiremos viendo disparos a bocajarro, pero si las cosas siguen así nos estará vedado contemplar un volapié. Continuarán los programas en horario infantil donde unas furcias airadas se acusan mutuamente de entrar en catres ajenos, pero no podremos ver una media verónica. El gran Bergamín, que según Paco Umbral era como Unamuno si don Miguel se hubiera vuelto loco, estaría de luto. Era Bergamín un disidente vocacional, tan atrabiliario como lúcido, y escribió la 'Música callada del toreo' porque no solo le gustaban los toros, sino cómo los trataba, sobre todo con la capa, un gitano medio cojo del barrio de Santiago de Jerez.

Gustaba Bergamín de darle la vuelta a los tópicos verbales más comunes y ese sistema le propició hallazgos. «Mi mundo no es de este reino», dijo. También descubrió que quien quemó las iglesias fue Dios y que con los comunistas hay que ir hasta la muerte, pero ni un paso más. ¿Qué diría ahora? Lo mismo que Javier Villán, Andrés Amorós y otros ilustres españoles. Primero nos quitan el pan y luego los toros. Se acabó el pasodoble.