Los clientes de pubs respetan con malas caras la ley antitabaco en su primer fin de semana
Los fumadores acatan la norma y salen a la calle para encender su cigarro mientras critican la «hipocresía» del Gobierno
Actualizado: GuardarLa Pontona en El Puerto ruge con Rihanna y David Guetta. Las copas acompañan el ritmo y el ambiente se caldea. Algunos se atreven con los primeros acercamientos. «Nos han quitado la mejor táctica. El '¿tienes fuego?' ya no sirve». Pero ni ellos ni ellas tendrán que estrujarse demasiado el seso para esa primera y quien sabe si fructífera, toma de contacto. «¿Echamos un cigarrito en la terraza?». La alternativa no es tan mala. Un poco de aire fresco y menos decibelios. Para entenderse mejor. Pero no se engañen. De intimidad, poquita. Porque en la terraza puede haber casi tanta gente como dentro. Fumando. Algunos con mejor talante que otros, aunque todos se pueden dar con un canto en los dientes: en otras discotecas tienen que salir a la calle. Y sin la copa. Todo un dilema.
El primer fin de semana tras la entrada en vigor de la ley antitabaco, el de la concienciación definitiva, también ha confirmado la tendencia que los clientes de pubs y discotecas están siguiendo a rajatabla. A fumar, fuera. Con todo, desde el 1 de enero, la organización de consumidores Facua ha registrado a través de su página web al menos una decena de denuncias por incumplimientos. Los empresarios de hostelería también han acusado las primeras pérdidas por la prohibición de fumar dentro de los locales. La patronal, Horeca, ha cifrado en un 33% esta caída. En esta coyuntura, los fumadores gaditanos también reclaman su derecho a poder encender un cigarro en un bar y así se lo han trasladado a la Unión de Consumidores de Cádiz.
Controlar el vicio
Noelia mira resignada su copa sobre la barra del pub 'Kapote'. Tiene mono. Pero de momento puede aguantar y continúa la conversación con su amiga María, que no fuma. «La ley me ha sentado fatal. Por supuesto que ahora estaría con un cigarro y mi cubata». El hielo se consume. Y la cajetilla espera paciente su turno en el bolso. «Pues a mí me parece muy bien. Yo no tengo por qué tragarme el humo». Detrás de la barra también aplauden. «Antes llegaba a casa con el pelo, la piel, la ropa... todo apestando a tabaco». Es casi medianoche y la calle Misericordia comienza su mutación: del ambiente de tapeo al de copas. Los más rezagados apuran sus platos en salas donde los únicos olores son los de la carrillada en salsa y los chocos fritos. Pero algunos, como Alberto y sus amigos, prefieren cenar fuera, en los veladores. «Así los que quieran, como yo, podemos fumar. Al menos no hace demasiado frío».
«No, fuera no se está mal. Pero si nos dejaran fumar, estaríamos dentro». Marta, Laura y Jota dan buena cuenta de una botellita de vino y opinan. «Me parece de una hipocresía total. El Gobierno nos prohíbe fumar en todas partes, pero sigue permitiendo la venta de tabaco y cobrando los impuestos». Marta, de 32 años, trabajadora social y desempleada, se enciende. «Es una cortina de humo para desviar la atención y que no hablemos de por qué personas como yo, de mi edad y con preparación, estamos en el paro. Y encima vamos a engordar, de comer por la ansiedad». Su amiga trata de templar los ánimos. «Sólo fumo de vez en cuando, pero no me parece bien. Deberían haber mantenido las restricciones, pero esto es demasiado». Jota propone su solución. «Podrían permitir que hubiera bares de fumadores y de no fumadores...». ¿Y cuántos empresarios apostarían por un ambiente ultra 'light'?.
Rafael, Jose Mari y Pepe han hecho una paradita en la esquina de la plaza de la Herrería de El Puerto. «Vamos de camino a otro bar y mientras, aprovechamos para fumarnos uno». «Pero mañana lo mismo nos quedamos en casa, más a gusto...».