LA GUERRILLA DE LOS EX
Actualizado: GuardarPara reclutar un buen enemigo hay que buscarlo entre los correligionarios. No falla casi ninguna y el que falla es porque lo han colocado en alguna Diputación, en algún sindicato, o en alguna de esas consejerías que tienen más asesores que gentes dispuestas a escuchar sus sabios consejos. Los ex se llevan fatal.
Padecen lo que los psiquiatras, que tampoco se llevan muy bien, llaman una frustración. No se acomodan al terrible prefijo y se preguntan cómo sus partidos han podido prescindir de ellos. Después de formularse esa interrogación se hacen otra: ¿cómo han podido reemplazar a alguien de su categoría por un imbécil contrastado? Quienes han perdido su «momento momentáneo», que decía Cantinflas, jamás se resignan. Creen que la política tiene, como la Liga, un partido de vuelta. Como entre sus costumbres más habituales no está la de leer, no se han asomado ni por el forro al libro de Beltrand Russell, titulado 'El poder', un análisis social traducido, según creo, por primera vez al español. Analiza en él sus distintas formas el filósofo, escritor, matemático y sociólogo británico, sus distintas formas. (El capítulo titulado 'El poder sacerdotal' hace explicable por qué no pudo publicarse aquí en otras épocas). Pero a lo que iba: ¿Por qué, en vez de designar a los disidentes, no se les permite exponer sus razones o sus sinrazones?
A Álvarez-Cascos, al que cada vez se le está poniendo más cara de sparring, le acusan de tener «tremendas lagunas mentales», o sea, de estar «sonado» en el argot pugilístico. Le llaman sexagenario. A Asunción, ¿recuerdan?, el que fue ministro y también dirigió Instituciones Penitenciarias, le han suspendido de militancia en su partido. Son implacables los excompañeros. Reservan la piedad para los enemigos, por si acaso cambian las cosas.