Editorial

El Congreso de Washington

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Tras las elecciones legislativas parciales de noviembre (y su campaña, ideológicamente muy áspera) el partido demócrata aborda el segundo bienio de la presidencia Obama en un escenario más difícil: ha perdido el control de la Cámara de diputados y aunque conserva la mayoría aritmética en el Senado, no dispone ya de los sesenta escaños, o más, del total de cien, requeridos para aprobar las leyes más relevantes. El nuevo líder de la mayoría republicana en la Cámara Baja, John Boehner, ha sido un duro adversario del gobierno en lo que va de legislatura y ahora anuncia su decisión de arreciar en su oposición y lo mismo hará Darrell Issa, el representante por California escogido para presidir el poderoso Comité de Control y Reforma del Gobierno y conocido por su hostilidad al presidente y su política. Con todo, será difícil con la distribución de fuerzas disponible abolir la reforma sanitaria o del control financiero, pero no presionar mucho más sobre Afganistán o el 'caso Wikileaks'. La Casa Blanca, pues, deberá transar mucho más y, por tanto, recentrar su mensaje. Una operación clásica en la segunda mitad de la legislatura y que, de hecho, Obama ya ha empezado, como hizo hábilmente Bill Clinton en 1995.