vuelta de hoja

Rebelión a bordo

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El barco está zozobrando y los pasajeros se muestran más resignados que los piratas. Quienes desean que siga dando tumbos son los que han provocado el naufragio, quizá porque se han hecho con salvavidas. Sabemos cómo ha empezado el año, pero no dos cosas: ni cómo va acabar, ni si va a acabar. Gracias a Dios el pueblo español tiene virtudes superiores a las de sus gobernantes. Aguanta lo que le echen. Gabriel Celaya me hablaba de la «resistencia del diamante» cuando aún no se había acabado el carbón. Eran los llamados 'años de plomo', los niños jugábamos con soldaditos sin barnizar, fabricados con las balas que sobraron de la guerra. Ahora a la gente normal le están apretando demasiado y no solo el cinturón, sino algunas modestas diversiones. No solo se ha puesto difícil la comida, sino la sobremesa. Los impuestos y la gasolina han disparado la inflación y son dos cosas que tienen siempre una excelente puntería. La factura del gas natural y de la luz augura un panorama sombrío de empobrecimiento colectivo. ¿Acertaremos a vivir con menos? Quizá podamos habituarnos, pero lo difícil es no vivir con nada.

Por fortuna están apareciendo síntomas de rebeldía, pero, al mismo tiempo, surgen los de delación. La ministra de Sanidad incita a denunciar a quienes violan la ley antitabaco. Quienes tengan vocación de chivatos están de enhorabuena. No podrán denunciar a los que han congelado las pensiones, pero sí a alguien que se fume un cigarrito en un local cerrado. Quizá me equivoque, pero me parece esperanzador que aparezcan los primeros síntomas de rebeldía. ¿Qué sería de nosotros si la desobediencia a los ineptos 'padres de la patria'? Hay que defenderse de ellos como gato panza arriba, aunque el gato tenga la panza vacía.