mar adentro

El regalo de Bibiana Aído

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Lo mismo al miope de la clase le siguen llamando gafitas, cuatro ojos, capitán de los piojos. Y a la adolescente de las espinillas igual no la sacan a bailar en las fiestas de fin de curso, pero ya nadie podrá basarse en la apariencia para negar un trabajo o justificar un despido: se ruega buena presencia, ya saben. O ya sabían. Habrá que ver si seremos capaces de negar o no la concertación a esos colegios privados que pretenden beneficiarse de subvenciones a fuer de mantener privilegios o distingos entre niños y niñas.

Si todo va bien, el Consejo de Ministros despachará esta misma semana la ley de Igualdad de Trato, en la que la gaditana Bibiana Aído venía trabajando desde que se incorporó a su extingo ministerio y cuya aprobación fue, a todas luces, una de sus condiciones para asumir la Secretaría de Estado de Igualdad, en la que sigue intentando transformar la realidad, que es lo que los votantes progresistas exigen de sus cargos electos. Se tratará de un Regalo de Reyes para quienes entienden que todos debiéramos ser tan iguales como diferentes somos.

Pero unos no somos más iguales que otros. Frente a los del siempre hubo clases, el postín y la soberbia como una de las bellas artes, al pairo de lo que establezcan los mercados y los mercaderes, hay quien no tira ciertas toallas en ese ring de la democracia en el que nos están tumbando por KO. Luchar por la igualdad es una heroica forma de combatir a su vez por la fraternidad. Y sin ambas palabras mágicas, la libertad no lo es tanto.

Con independencia de que el canon estético dominante siga exigiendo cuerpos danone, con esta ley en la mano un gótico podrá defender su aspecto aunque sea familiar de ZP y Picio tendría que sentirse protegido ya que nadie podrá ponerle de patitas en la calle porque supuestamente espante a su clientela. Los tradicionales gordos mediterráneos –entre quienes me cuento– no tendremos que estar legalmente apesadumbrados por no ser apolíneos por mucho que debiera legítimamente preocuparnos nuestra salud cardíaca. Ningún seropositivo tendrá que verse en la cola del Inem por el simple hecho de serlo. Ni cabrá negar un curro a cualquier madre cargada de hijos por el albur de que seguramente por ello faltará con frecuencia al tajo.

Habrá quien diga, claro está, que esta ley no servirá para nada y que se trata de un nuevo maquillaje de la señorita Pepis para enmascarar la crisis. Craso error: sin ir más lejos, con esta norma por montera, las clínicas Pascual, presumiblemente, no podrán obligar a sus enfermeras a llevar faldita. O sea que, dentro de lo que cabe, se trata de una de las escasas leyes promulgadas desde hace tiempo para acabar sencillamente con determinadas pamplinas. Algo es algo en los tiempos que corren, tan desiguales, tan intratables.