Símbolos caídos
El euro se tambalea, Zapatero languidece, Garzón merodea por el banquillo
Actualizado: GuardarEl adiós de CNN+ coincidiendo con el cierre de emisión de este 2010 'horribilis' deja huérfanos a algunos miles de seguidores de la cadena de noticias que se inventó Ted Turner. Pero igualmente es todo un síntoma de fin de ciclo. La década se agota estos días y la pantalla se va a negro sin que los nigromantes, videntes y hechiceros sean capaces de adivinar hacia dónde discurre el porvenir. Porque el futuro de la televisión de todo noticias seguro que no es 'Gran Hermano 24 horas' pero tampoco está claro por dónde surgirá el relevo de este y otros símbolos caídos.
La primera década del siglo XXI, que en todos los manuales prometía horizontes de prosperidad, progreso, bonanza y felicidad, cierra la última hoja del calendario con un rosario de incógnitas y algunos ídolos marchitos por el ácido corrosivo de un tiempo sin control que azota con la fuerza de un vendaval a figuras que parecían al abrigo de las adversidades. El euro se tambalea, Zapatero languidece, Garzón merodea por el banquillo, los toros se excomulgan en Cataluña, el pueblo ya no se fía de los sindicatos, la mano de los homicidas de género no tiembla frente a la ley, ya no habrá jubilación a los sesenta y pico, Neira ofreció su rostro humano incapaz de estar a la altura del héroe, Contador contrae sus músculos faciales como un filete a la parrilla, Marta Domínguez se escondió tras unas gafas negras sin sonrisa, Obama no puede con Guantánamo, Fernández de la Vega se fue con un ramo de flores por la puerta de servicio, el rey también se aflige en el quirófano. Y murió, sin querer, Carlos Mendo periodista de entre-siglos hecho de convicciones, cables de agencia, pulso de maestro y de bien. En el tiempo de descuento cayó Luis Mariñas, el 'Sandokán' de los informativos desvanecido, joven todavía, lejos de los focos y los platós como otro mal presagio de un ciclo que se agota sin remedio mientras la esperanza del cambio no apunta por el horizonte.
Aunque la democracia es el mejor remedio contra el miedo y la madurez social resiste el derrumbe de los símbolos y el acecho de la penuria, es difícil enmascarar un escalofrío de ansiedad ante el enigma de los tiempos venideros. ¿Rajoy está maduro para liderar un barco a la deriva? ¿O se le ha pasado el arroz en la espera de su momento de gloria? Nadie sabe si aún resta algo de aire en la descomunal burbuja económica que pinchó en 2007 o si la nave ha tocado fondo. Extinguidos algunos símbolos que destellaron durante la década que muere, el escepticismo satura los sondeos de opinión donde el miedo al paro ha relevado al miedo a ETA. Y donde los políticos conocidos se han convertido en objetos de vudú y las ojeras de Zapatero retratan la desesperanza o la impotencia de un tiempo que se desliza por el tobogán de la historia inadvertida.