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Rousseff prosigue el camino de Lula
La primera mujer presidenta de Brasil promete en su toma de posesión borrar la miseria todavía presente en el país
Actualizado: GuardarDilma Rousseff, la primera mujer en alcanzar la presidencia de Brasil, juró ayer su cargo con la firme promesa de erradicar definitivamente la miseria de su país. En su nuevo camino, sin embargo, tendrá al menos otro reto de la misma magnitud: conseguir que la población del gigante sudamericano no eche de menos a Luiz Inacio Lula da Silva, que abandona la presidencia con un 87% de aprobación. Rousseff, según un sondeo de Datafolha, no arranca mal. El 83% de los brasileños consideran que lo hará «igual o mejor» que Lula.
Rousseff, divorciada y con una hija, se trasladó al Congreso custodiada por seis mujeres policías para reforzar el acento femenino de este histórico cambio de mando. Ante la Asamblea juró y dio su primer discurso. Dijo, visiblemente emocionada, que su «compromiso supremo será honrar a las mujeres, proteger a los más débiles y gobernar para todos». Y remarcó que su lucha «más obstinada» será para erradicar la pobreza extrema. «No voy a descansar mientras haya brasileños sin alimento en la mesa», proclamó.
Tras su intervención ante la Asamblea, Rousseff se desplazó al Palacio de Planalto en un antiguo Rolls-Royce junto a su hija de 34 años y fue recibida por Lula y su esposa. El carismático mandatario le colocó la banda presidencial, se fundió con su heredera en un abrazo y poco después abandonó Brasilia rumbo a Sao Paulo en medio de los aplausos de unas 30.000 personas que siguieron el acto en directo. Entonces, la flamante presidenta habló de nuevo a los brasileños. Aseguró sentirse «feliz» por la oportunidad que la historia le dio de ser la primera mujer presidenta del país y «emocionada» por el fin del gobierno de Lula, a quien definió como «el mayor líder popular» que el país ha tenido.
Rousseff, que estuvo presa tres años durante la dictadura y sufrió 22 días de tortura, subrayó «no tener rencor» por su pasado. Se mostró feliz y relajada en su traje blanco, cómoda en el centro de todas las miradas. Cerca de ella estaban 11 compañeras de celda de su época de presa política en los años 70.
Para la ceremonia llegaron a Brasilia más jefes de Estado y de Gobierno que para la toma de posesión de Lula. La mayoría de los mandatarios eran de América Latina y África. Dos ausencias notorias fueron la de la argentina Cristina Fernández, que enviudó hace dos meses, y la del hondureño Porfirio Lobo, que no fue invitado por Brasil debido a que fue elegido tras un golpe de Estado. El príncipe Felipe representó a España y por Estados Unidos acudió la secretaria de Estado, Hillary Clinton, quién interrumpió sus vacaciones para estar presente a petición de Barack Obama.
Desde que ganó las elecciones en octubre con el 56% de los votos, Rousseff hizo equilibrios entre promesas de continuar una gestión que culmina con un crecimiento del 7,5% y casi 30 millones de pobres menos, y la necesidad de mostrar un estilo propio avanzando en los cambios pendientes. La nueva presidenta, economista, quiere profundizar en el combate contra la pobreza y mejorar la educación, pero también deberá cortar gastos y mantener la inflación bajo control.
Poder femenino
La impronta de Dilma ya se dejó ver en la conformación del Gabinete y en algunas declaraciones relacionadas con su política exterior. Rousseff nombró a 37 ministros. Trece formaron parte del Ejecutivo de Lula. Uno es el ministro de Hacienda, Guido Mantega. La mandataria, sin embargo, rechazó el consejo de su antecesor de ratificar a Henrique Meirelles, presidente del Banco Central, y nombró a Alexandre Tombini, la persona en la que confía para controlar la inflación.
La flamante jefa de Estado colocó a nueve mujeres en el Ejecutivo. El número triplica al de Lula y, además, colocadas en carteras clave. Una de las que tendrá más poder es la titular de Obras Públicas, Miriam Belchior, que manejará el millonario presupuesto del Programa de Aceleración del Crecimiento que administraba la propia Dilma cuando era jefa de Gabinete de Lula. A los aliados les reservó seis ministerios, igual que Lula, pero esta vez se trata de carteras de menor peso político y presupuesto.
En materia de política exterior, Rousseff designó a Antonio Patriota como canciller. El funcionario era embajador de Brasil en EE UU y puede ser el hombre que acerque a ambos países. Según las filtraciones de Wikileaks, Patriota desconfiaba del cariz pacífico de la carrera nuclear de Irán defendida por Lula.