PAN Y CIRCO

DESNIVEL

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El fútbol nos sirve de espejo en el que se refleja el alarmante desequilibrio que separa a los diferentes niveles salariales de los demás ciudadanos que trabajamos en otras actividades profesionales. Mientras que unos pocos privilegiados nadan en la abundancia oceánica de millones de euros, la gran mayoría de futbolistas se ve obligada a gritar para lograr que les abonen los escuetos sueldos que necesitan para, simplemente, sobrevivir. Tengamos en cuenta que la amenaza de huelga en todas las categorías para el próximo fin de semana se hace para reclamar el pago de las deudas salariales de Segunda B de la temporada 2008-2009 que asciende a más de cuatro millones de euros. Hemos de reconocer que el fútbol ya no es lo que era, que los patrocinadores hemos de buscarlos con lupa y que crecen los clubes que están condenados a la triste desaparición. Estos desequilibrios nos obligan a pensar que el funcionamiento de la economía no se puede dejar sólo al arbitrio de las leyes mecánicas -y, por lo tanto inhumanas- de los mercados y a los vaivenes caprichosos de la oferta y la demanda sino que deben ser controladas por los principios de la ética, por los criterios de la solidaridad social y por las pautas de la política democrática. Estos desniveles salariales tan desorbitados ponen de manifiesto los efectos perniciosos que genera el funcionamiento de la economía cuando no se tienen en cuenta sus repercusiones sociales. Los millonarios contratos de los ídolos constituyen una escandalosa perversión de la justicia distributiva. Menos mal que, al menos, esta llamada ha sido secundada por los profesionales de los equipos de Primera que, en su gran mayoría, gozan de suculentos contratos. Mucho nos tememos que esta llamada de atención sirva escasamente para humanizar un poco la economía y el fútbol.