Medir la felicidad
Actualizado: GuardarPuesto que la situación económica no mejora, que las cifras ofrecen datos catastróficos y que las perspectivas no son nada halagüeñas, los que saben de estas cosas, tras sesudas reflexiones, han considerado que la solución radica en cambiar la vara de medir. Viene a ser como si, ante los infructuosos intentos de bajar nuestras cifras de colesterol, decidimos evaluar nuestro riesgo cardiovascular midiendo el gasto en consumo de jamón, gasto que seguro este año ha alcanzado unas cotas bajísimas y no precisamente por nuestro interés en evitar ofender a nadie. Por lo visto el club de los países de la OCDE está muy preocupado porque el producto interior bruto, el famoso PIB, no parece que sea un indicador adecuado para medir el desarrollo de nuestras sociedades. Tanto Sarkozy como Cameron se han apuntado a la idea y, como España no puede ser menos, el Observatorio de la Sostenibilidad y el INE han creado una comisión para estudiar nuevos indicadores que evalúen nuestra calidad de vida y para explicar los criterios, objetivos y subjetivos, capaces de medir nuestra felicidad. La idea no es novedosa. Hace ya algunos años que Jigme Singye Wangchuck, rey de Bután, decidió que, en ese remoto y pequeño país del Himalaya, la riqueza que debía medirse era la felicidad, así que sustituyó el PIB por la FNB (Felicidad Nacional Bruta). El problema es que los estudios indican que casi el 70% de los bhutaneses no se siente nada feliz teniendo en cuenta los resultados de la aplicación de las variables correspondientes. Tampoco por aquí parece que la cosa sea fácil. Los españoles, según algunas encuestas, creen que para ser feliz es necesario tener buena salud, compartir al menos 2 horas diarias con la familia, disponer de un trabajo, tener dinero y gozar de paz interior. Vamos, que lo tenemos más difícil que mejorar los datos del PIB. Incluso los impulsores de la idea indican que, debido a las diferencias culturales, será difícil alcanzar un consenso. Ya podemos imaginar las controversias que podrían surgir si en el apartado de alimentación se incluyera el grado de bienestar derivado de saborear un 5J. Pero quizás propongan eliminar el informe PISA y así sus resultados no harán mella en nuestros niveles de felicidad.