Un hombre entrega un zapato en un taller de reparación de calzado en La Habana. :: AP
MUNDO

Cuba desconfía del mea culpa del régimen

Un gran porcentaje de la población cree que alguien debería pagar por no haber rectificado en 50 años los errores de Castro

LA HABANA. Actualizado: Guardar
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«O rectificamos o ya se acabó el tiempo de seguir bordeando el precipicio; nos hundimos, y hundiremos el esfuerzo de generaciones enteras, desde el indio Hatuey hasta Fidel». El último discurso de Raúl Castro levantó ampollas al admitir errores de cinco décadas, criticar la falta de «cohesión, organización y coordinación entre el partido y el Gobierno», la escasa exigencia ante violaciones económicas, advertir que había que «desterrar» la mentira y el engaño de los dirigentes y enfatizar que de no rectificar el rumbo completamente y con participación de todos -dirigentes, funcionarios y pueblo- será el fin del país caribeño o, más exactamente, el de la revolución.

«Es demasiado fuerte escuchar a Raúl decir que hay que corregir los errores cometidos en cincuenta años de revolución. Me alegra que por fin se diga claramente las cosas, pero si se veían antes los fallos. ¿por qué no se metió mano a tiempo?», se queja una veterano militante del Partido Comunista, el máximo órgano de poder. «Si cometieron tantos errores ¿por qué no les meten presos?. A nosotros, a la mínima nos mandan al 'tanque'», abunda por su parte un joven desempleado que vive del «invento» y por eso no quiere dar su nombre. Según Raúl Castro eso sucederá de ahora en adelante.

«Lo que todos queremos es no pasar tanto trabajo para conseguir comida, que el salario sirva y que el transporte funcione bien. Si para eso hay que cambiar pues que se cambie lo que haga falta», afirma Darío, un artesano satisfecho con la ampliación del mercado autónomo aunque represente mayor competencia. Jorge, empleado con veinte años de servicio en una empresa de transporte y angustiado porque puede ser uno de los próximos 500.000 trabajadores que quedarán 'disponibles', es decir, sin empleo estatal, comenta que «mientras yo no vea que se pueda comprar y vender casas, o adquirir el coche que más me guste, o que se pueda viajar al extranjero de vacaciones sin tener que abandonar el país para siempre no voy a creérmelo».

También Catalina, trabajadora de una empresa mixta que ronda la treintena, confiesa que le pareció increíble que después de tantas consignas el presidente fuera a decir todo lo que hicieron mal. «Tuve que apagar la tele. Al final nos pasan factura a todos cuando quienes actuaron mal eran los dirigentes. Son tantos años que dicen una cosa y luego la cambian que cuesta pensar que ahora va a ser diferente», sentencia. «Aunque lógicamente me gustaría mucho que fuera cierto», agrega.

Pero no todos son tan agoreros a la hora de otear el futuro. Los más jóvenes confían en la apertura económica que impulsa el menor de los Castro. También algunos observadores extranjeros ven el momento actual como una oportunidad para mejorar la calidad de vida de los cubanos, o al menos de quienes se embarquen en la aventura del cuentapropismo, la iniciativa privada con la que el presidente cuenta para impulsar oficios y trabajos que el Estado había desatendido y que redundará en un despegue del consumo del que se beneficiará directamente la población de a pie.

Ebullición palpable

Desde que en octubre se reactivó la lista con 178 actividades, cerca de 20.000 -de los 90.000 solicitantes- han conseguido su licencia. La ebullición es palpable en las calles. Letreros rudimentarios de se arreglan cocinas, se limpian zapatos, relojero, paladares (restaurantes familiares), quioscos de comidas o de venta de vegetales o vendedores de dvd y cedés aparecen por doquier.

«Si realmente se ha iniciado una etapa de cambios -aunque se le llame actualización del socialismo-, que paulatinamente libere las potencialidades creadoras del pueblo, con verdaderas posibilidades de expresión diversa, sin represión, y comience la salida de la crisis con provecho para toda la sociedad, el general y su entorno ejecutivo serían recordados positivamente por su desempeño en esta andadura crucial. Pero otra maniobra de engaño, de inmensa envergadura, podría acabar de destruir Cuba», destaca la opositora Miriam Leyva, ex 'Dama de Blanco' y periodista independiente.

El oficialismo también alaba el giro. Félix López, admitía en el diario 'Granma' que «vamos a transitar 2011 con grandes desafíos, pero con una inmensa claridad en las estrategias y tácticas que nos permita emerger como una nación que asegura su economía (.). Lo cierto es que el país que viene, aunque urgido de ser más socialista (para no dejar jamás de ser más justo), va a ser diferente.

La Iglesia cubana, por su parte, se muestra cautelosa, aunque esperanzada. El cardenal Jaime Ortega aprovechó su mensaje navideño a los obispos para recordar las «expectativas» ante los «cambios necesarios que puedan mejorar y transformar la vida nacional» y defendió la necesidad de «dar espacios a la iniciativa y creatividad personal». Ortega también pidió «paciencia» porque confía en que el Gobierno cumpla la «promesa formal de que todos los presos serán liberados».