QUE NO TE PASE NADA
Por primera vez para varias generaciones, el fin de año es una frontera que nadie quiere cruzar
Actualizado: GuardarEra la conversación recurrente, omnipresente y pesada que a todos acompaña hace meses. Que si a dónde vamos a parar, que si yo creo que esto termina en guerra civil, o en guerra mundial, o en guerra de las galaxias. Tres parejas, en La Canela, en la primaria de la madrugada, con alguna copa de más y unas cuantas horas de calle de menos. Todos asustados, en perfecto resumen del ánimo que nos inunda hace ya muchos meses. Los parados que desesperan. Los trabajadores que temen recortes ciertos o despidos inevitables. Los espectadores, todos nosotros, que se preguntan si realmente han conocido antes todo esto, o si es una exageración más, como la gripe A, como el efecto 2000, el calentamiento global o el 11-S. Nadie sabe si el mundo se termina de verdad o está terminando desde que comenzó.
Nos gustaría congelar el almanaque y vivir siempre en 2010. Que más vale malo conocido. Cuando traguemos la última uva, casi todos diremos «feliz año nuevo» pero, como nunca, querremos decir «que no te pase nada», «a ver cuanto aguantas trabajando», «no creo que este año encuentres nada», «no quiero ni pensar el recorte que le van a dar a tu sueldo (pensión, prestación, derechos...)». Podemos engañarnos con el voluntarismo pero ni uno de nosotros piensa que le vaya a ir mejor, siquiera igual de bien, en el año que comienza en una semana. Bien al contrario, esperamos lo peor, alentados por una multitud de agoreros entre los que nos cuesta distinguir. Entre ellos hay una legión de sinceros asustados pero también otros beneficiarios del miedo ajeno. Rentistas del pánico.
Todos lo damos por bueno. Viene el fin del mundo. Moody (yo me quedo con Hanky puestos a elegir uno del clan) nos vaticina el apocalipsis cada jueves. Bancos que fueron rescatados hace dos años por sus estafas programadas se atreven a decir que tendremos que ser rescatados. ¿Qué es tener menos? ¿Qué es retroceder, estar como hace 30 años? Pues yo no estaba tan mal. Nadie estaba tan mal. Hemos ganado y hemos perdido». De pronto, el silencio. Otro de los contertulios recuerda dos nombres grandes. Benedetti y Galeano, dos uruguayos con todas las redundantes mayúsculas, han defendido durante décadas que toda corrección pasa por la eliminación. Que en un texto, como en la vida, como en eso de la economía, la excelencia pasa por eliminar todo lo sobrante, que toda mejora pasa por la poda de lo superfluo, de lo excesivo. Y el argumento se apoderó de la velada en La Canela y monopolizó la conversación. Nos sobran la mitad de los juguetes y necesitamos el doble de tiempo para jugar. Sobra la mitad de la comida de la cena de Navidad y falta el doble de tiempo para hablar. Sobran coches y cacharros en cada casa, pero faltan nóminas decentes para la mitad de sus ocupantes. Que cada joven tenga la mitad de oportunidades-estafa pero tenga una en tiempo y forma. Nos sobran móviles, coches, canales de TDT, libros sin leer, ordenadores, camisas y caprichos. Nos falta la actitud para aprovechar cada unidad.
Varios días después, esa pregunta, esa duda sobre si sería tan trágico que nos quedáramos con la mitad de todo se ha convertido en la mejor felicitación navideña que he recibido, en el mejor deseo para 2011. Somos muchos los cansados de tener miedo. Que venga el siguiente sentimiento. Sea rabia, consuelo, violencia o arrepentimiento. Pero no hay quien aguante mucho lo mismo. Y eso de que te lo anuncien para los siguientes doce meses, para los siguientes cinco años, no hay quien lo soporte. En mi hambre mando yo y ya está bien de que nos pidan que nos agachemos más para tener lo mismo. Siempre con el irrisorio argumento del desvelo por nuestro bienestar. Puede ser que sea mucho mejor iniciar el año que amenaza con venir alterado, antes que acojonado.