Aviso
Actualizado: GuardarAunque sin enfatizar demasiado, Jose nos ha enviado el sorprendente aviso de que «aún se van a perder muchos partidos». Estoy convencido de que esta afirmación no es una queja incontrolada tras el disgusto por la pérdida de los puntos sino el resultado de un detenido análisis. Con este pronóstico, posiblemente realista, pretende, a mi juicio, desdramatizar la inesperada derrota ante el Roquetas y, además, prevenir posibles tropiezos durante el largo y empinado trayecto que aún queda por recorrer. Su calculada advertencia se fundamenta, por un lado, en el carácter azaroso de este deporte apasionante cuyos resultados dependen no sólo de la buena voluntad y de la calidad técnica de los jugadores, sino también de otros factores que, a veces, son incontrolables por el entrenador. Pero es que, además, se puede dar el hecho paradójico de que cada uno de los futbolistas juegue aceptablemente aunque el equipo no funcione de una forma correcta. Es fácil advertir esta contradicción si, por ejemplo, comparamos el juego de un Real Madrid, plagado de grandes figuras, con un Barcelona que juega de memoria incluso cuando se alinean los imberbes canteranos: es una máquina engrasada cuyas piezas están encajadas con precisión y se mueven de manera automática. Jose conoce que la plantilla aún adolece de algunas carencias y de que el equipo no ha asimilado de forma plena el sistema que él trata de inculcarle.
A mi juicio, lo más positivo de esta situación es que tanto él como el director técnico han hecho un diagnóstico acertado de las deficiencias de la entidad amarilla y que están decididos a aplicar el tratamiento adecuado, a pesar de las estrictas limitaciones económicas. Los aficionados tenemos la esperanza y la ilusión de que, durante este descanso navideño el equipo técnico busque y encuentre las soluciones adecuadas para salir con tino de una situación que, sin ser dramática, aún sigue siendo preocupante.