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La burbuja madre

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Ni el pinchazo de la burbuja tecnológica de los noventa, ni la explosión de la burbuja inmobiliaria de ayer mismo, ni el previsible estallido de otras burbujas que se vislumbran en el horizonte de esta economía antieconómica nuestra, acabarán aportando un poco de cordura al desquiciado sistema económico que padecemos, por no hablar de equidad, que parece ser ya una utopía del todo irrealizable. Y ello es así porque el problema no está en las burbujas sectoriales, sino en una economía que es ella misma una gran burbuja, una peligrosa burbuja madre paridora de ficciones que descansan en auténticos fraudes de ley, pues no otra cosa es lo propio de toda burbuja: una generalizada «maquinación para alterar el precio de las cosas», figura jurídica expresamente tipificada como delito en la codificación penal.

Este modelo económico ciertamente extraño, blindado por unas constituciones que dicen primar el interés general de la sociedad sobre los de grupos privilegiados que maquinan en exclusivo beneficio propio, está demostrando ser una auténtica «economía legal del pillaje». Una economía que, escudándose tras una perversa interpretación de la libertad de empresa recogida en las Constituciones democrático-liberales, favorece la impunidad de oscuros intereses particulares, concentraciones de poder, competencias desleales, uso fraudulento de la información, oscuras operaciones de ingeniería financiera, creación de instancias de poder ajenas al control democrático, y un largo etcétera.

Bajo el derecho occidental, hijo de la Razón ilustrada devenida en racionalismo jurídico, parece que subyace un tácito axioma perverso: delinque en pequeña o media proporción y serás severamente castigado; hazlo a lo grande y se te abrirán las puertas del cielo. De todo el mundo es conocido el caso de uno de esos megadelincuentes legales, el especulador George Soros, quien a principio de los noventa se hizo multi-multi millonario mediante maniobras especulativas a gran escala que pusieron al borde de la quiebra financiera a países enteros, forzando la depreciación de la libra esterlina y de otras monedas europeas, entre ellas la peseta de entonces.

Es lo mismo que está ocurriendo estos días como consecuencia de «la libertad» de la que gozan los grandes especuladores que juegan a matar con países y zonas económicas enteras. Esa es la burbuja madre que hace falta pinchar de una vez.