Omnipresente Rubalcaba
La acumulación de tareas transmite la impresión de una agenda presidencial
Actualizado: GuardarLa potente imagen de Rubalcaba desde su ascenso a la vicepresidencia del Gobierno se vio ayer aún más fortalecida por su viaje a Afganistán, en la preceptiva visita gubernamental prenavideña que en años anteriores habían realizado el presidente del Gobierno o los ministros de Defensa y Asuntos Exteriores pero nunca un vicepresidente. En su misión castrense, el porte de Rubalcaba ha transmitido autoridad y firmeza, por lo que esta gestión ha adquirido esta vez una inusual solemnidad. La acumulación de tareas propaga lógicamente la impresión de que Rubalcaba está desarrollando una agenda cada vez más presidencial. Desde la crisis del 20 de octubre, en que el entonces ministro del Interior pasó a acumular la primera vicepresidencia y la portavocía, Rubalcaba ha estado de hecho al frente de los asuntos gubernamentales, salvo el puramente económico, e incluso ha presidido tres de los nueve Consejos de Ministros que han tenido lugar desde entonces; las dos reuniones extraordinarias del Gabinete para declarar y solicitar la prórroga del estado de alarma fueron presididas por Zapatero pero fue Rubalcaba quien representó al Ejecutivo en su confrontación con los controladores y a la hora de explicar la situación al país. Frente a un Zapatero que aparecía desarbolado, débil y falto de credibilidad, Rubalcaba transmite no solo firmeza y decisión sino también solvencia: es un personaje formado, con criterio, y con una gran facilidad para argumentar y comunicar su pensamiento. Evidentemente, estas virtudes son útiles en política y probablemente necesarias, pero no bastan para construir un liderazgo, que requiere el refrendo institucional de los partidos. Rodríguez Zapatero y el PSOE deberán, en fin, planear la estrategia para salir del pozo en que, con razón o sin ella, los ha puesto la opinión pública. De lo que no cabe duda, sea cual sea el devenir de los acontecimientos, es de que Rubalcaba, capaz de suscitar a la vez grandes adhesiones y rechazos, tiene una envergadura política y personal que no debería ser desaprovechada en esta hora en que todos tenemos la percepción de que la dimensión de los problemas ha arrollado a la mediocridad de nuestro sistema político.