Economia

ZAPATERO, EN SERIO

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El pasado jueves afirmé rotundo que el Gobierno se «comía con patatas» su idea inicial de retrasar la edad de jubilación. Bueno, pues hoy me he puesto el babero y tengo la cuchara en la mano. No me abalanzo todavía sobre el plato, pues el anuncio del presidente de que se mantiene firme en su propuesta de los 67 años viene acompañada de un matiz que necesita concreción, como es su decisión de ser «flexible» en la aplicación del retraso. Indudablemente tiene mérito. No sabemos qué partidos le apoyarán en el Congreso, pero sí sabemos que no lo harán ni los de izquierda ni el PP. Es decir, tendrá que apechugar con el coste social de una medida que todo el mundo considera inevitable pero que casi nadie desea que se la apliquen a él; y que encenderá sin duda la mecha de una nueva confrontación social. Los sindicatos han afirmado con claridad que esta materia quedaba fuera de la línea roja que delimitaba su tolerancia.

Como al presidente le ha entrado un súbito ataque de cordura y ha encontrado la determinación perdida en los jardines de la Moncloa, no se quedó ahí y, ya puestos, les apretó a las comunidades autónomas las tuercas que sujetan su financiación. Tendrán que cumplir con los objetivos del déficit y seguirán necesitando la aprobación del Gobierno para emitir deuda. La idea es conveniente, pero viendo la manera como ha evolucionado el déficit en 2010, habría sido deseable tenerla en vigor desde el pasado enero.

Total, que el Pacto de Toledo se queda por primera vez sin unanimidad. Era previsible porque el espíritu que inspiró los consensos iniciales está muy lejos y las elecciones demasiado cerca. Además de previsible, me parece soportable. Pero, ahora, Zapatero tendrá que aguantar la presión sindical y el follón en la calle. Ánimo.