Muere el maestro de la comedia
El cineasta, autor de obras maestras como 'Desayuno con Diamantes', 'Días de vino y rosas' y 'El guateque', fallece a los 88 años
Actualizado: GuardarHolly Golightly diría que hoy es uno de esos días rojos, en los que ni siquiera el escaparate de Tiffany's nos reconforta el alma. Tan solo por el arranque de 'Desayuno con diamantes', Blake Edwards merecía pasar a la historia del cine. Nueva York se despereza y un taxi se detiene en una desierta Quinta Avenida. Audrey Hepburn, vestido de noche y gafas oscuras, mordisquea un croissant ensimismada ante la joyería. Suena 'Moon River'.
Edwards desbarató la inquina de la novela de Truman Capote pero a cambio patentó a la melancolía y elevó a Hepburn a la categoría de icono pop. ¿Cómo puede destilar glamour la sórdida historia de amor imposible entre una puta de lujo y un escritor mantenido y fracasado? Cuestión de clase. La que derrochaba a toneladas el autor de comedias memorables, que ayer falleció en Brentwood, California, a los 88 años, según anunció su representante. Le sobrevive su esposa, la actriz Julie Andrews, con quien llevaba cuarenta años casado.
Sin Edwards no existirían el metepatas inspector Clouseau ni la Pantera Rosa. Tony Curtis no volaría hasta París al volante de un coche de época en 'La carrera del siglo. Cary Grant no pintaría un submarino de rosa en 'Operación Pacífico'. Bo Dereck no hubiera puesto de moda las trencitas rastas en '10, la mujer perfecta'.
Nadie mejor que Jim Carrey para entregarle el Oscar honorario en 2004 por una gloriosa carrera centrada en la comedia pese a dramas tan sólidos como 'Chantaje contra una mujer' o 'Días de vino y rosas' donde Jack Lemon y Lee Remick se tiraban los trastos a la cabeza entre vapores de alcohol. Seguro que a Carrey le hubiera gustado reencarnarse en Peter Sellers de 'El guateque', la obra cumbre del genio de Edwards.
Sin apenas diálogos, la avalancha de este 'one man show' conserva el encanto sesentero de la época: hilo musical de Henry Mancini, colores pastel, sofisticación pop. El director ya había paladeado el carisma de Sellers en la saga del inspector Clouseau. Aceptó el reto de rodar una fiesta con un intruso de proverbial torpeza y mal fario, un generador de desastres entre baños de espuma. elefantes polícromos y uno de esos camareros beodos a lo que el director de 'Micky y Maude' era tan aficionado. Hay incluso quien aprecia en 'El guateque' toda una declaración de principios: la defensa del 'salpstick' del cine mudo en un Hollywood que cambiaría para siempre en los 70.
La crítica Pauline Kael dijo una vez que el secreto de Blake Edwards era su amor por los lunáticos, a los que daba cancha libre en sus películas. En las buenas y en las malas, porque eran tan prolífico -46 largometrajes y series- que para disfrutar de los deliciosos enredos de 'Víctor y Victoria' había que soportar alguna secuela de 'La pantera rosa' manufacturada con el piloto automático puesto.