«Ahora ya estoy satisfecho»
Un albañil despedido mata en Olot a dos constructores y dos empleados bancarios
OLOT. Actualizado: GuardarPere Puig Puntí, albañil, 57 años, se despertó ayer bien temprano con un plan muy claro en la cabeza. Salió de casa, se cruzó con un vecino que le hizo un comentario sobre el intenso frío que caía de buena mañana y respondió, misterioso, que «ya se lo haría pasar». Minutos más tarde, hacia las 8.30 horas, entró en el bar La Cuina de l'Anna, en el núcleo urbano de La Canya, y mató con una escopeta de caza, sin mediar palabra, a un padre y un hijo que desayunaban en el bar. Seguidamente condujo su coche hasta Olot (Gerona), a dos kilómetros, irrumpió en una oficina bancaria de la CAM (Caja de Ahorros del Mediterráneo) y acabó con la vida de dos de sus empleados.
Tras el segundo tiroteo, fue detenido por una patrulla de la policía local, a quien se entregó sin oponer resistencia soltando un «ahora ya estoy satisfecho». Con la muerte de esas cuatro personas presuntamente habría saciado sus deseos de venganza. El hombre estaba ahogado por los problemas económicos. Víctima de la crisis, llevaba meses sin cobrar su sueldo, acababa de ser despedido, y la CAM, con la que tenía la hipoteca, iba a embargarle su piso.
Trabajaba para las que fueron sus dos primeras víctimas, Joan Tubert, de 62 años, propietario de Construcciones Tubert, y su hijo Ángel, de 35 años, que solían desayunar en el bar donde les dio muerte, por lo que para el homicida no fue difícil encontrarlos. Según declararon ayer conocidos de Puig, el hombre habría recibido el lunes un cheque del propietario de la constructora que debía saldar los pagos atrasados, pero al ir a cobrarlo a la sucursal de la CAM se habría llevado la desagradable sorpresa de que el cheque no tenía fondos. Esto habría acabado con la paciencia del albañil, a quien más de una vez se le había oído decir: «Un día voy a matar a Tubert».
En la oficina bancaria los empleados asesinados fueron Anna Molas y Rafael Turró, ambos casados y con hijos, que habrían muerto casi en el acto, tras los múltiples disparos del rifle de caza. Una tercera trabajadora habría salido ilesa del tiroteo. Cuando el homicida entró en el banco, encañonó a una clienta con la escopeta y la amenazó con quitarle la vida si no se apartaba inmediatamente. «Vete ahora mismo de aquí si no quieres que te mate», le dijo.
La fortuna quiso que justamente en esos instantes una patrulla de la policía local pasara por delante de la oficina de la CAM, situada en pleno centro de la ciudad, frente al mercado municipal, y al ver el coche de Puig aparcado en doble fila bajara a inspeccionar. Fue entonces cuando los agentes fueron alertados por una vecina que había oído los disparos procedentes de la sucursal bancaria. Cuando se acercaron a la puerta de la oficina, se dieron de bruces con el agresor, que se entregó sin oponer resistencia. «Acabo de matar a cuatro personas», reconoció.
Disparo accidental
Justo en el momento de la detención se produjo un último susto que pudo haber provocado más víctimas. El arma se disparó accidentalmente, cuando los policías intentaban descargarla, y el tiro impactó contra el escaparate de una funeraria. Durante el día de ayer fueron visibles los desperfectos ocasionados por la bala al atravesar el cristal.
El asesinato múltiple sembró la conmoción en la ciudad de Olot. Su Ayuntamiento celebró ayer un pleno extraordinario para condenar los crímenes y declarar tres días de duelo oficial. El alcalde Lluis Sacrest, reconoció que la población estaba «absolutamente consternada» por unos hechos «tan dramáticos y bestiales». «Es una situación absolutamente dramática para los vecinos de Olot y traumatizante para las familias, a las que estamos dando nuestro máximo apoyo con atención sanitaria y psicológica», declaró el edil, que se acercó hasta el lugar del suceso para conocer de primera mano los detalles de los asesinatos. Sacrest también apuntó que el suceso «nos tiene que hacer pensar a todos que estamos en un mundo muy complejo y que este mundo creado entre todos crea situaciones de desequilibrio en las mentes de las personas que nos convierte en una sociedad muy frágil». Con estas palabras el edil hacía alusión a los difíciles momentos que atravesaba el agresor, atenazado por la crisis económica.