Sociedad

EL POETA VISIONARIO DEL FLAMENCO

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El poeta flamenco. Se nos fue el poeta. Hace ahora cincuenta años se nos fue otro poeta flamenco, 'El poeta del Cante'. Era José Cepero. Medio siglo después se pierde una pieza clave del Patrimonio Material de la Humanidad, de la poesía y del flamenco. Sí, nos queda su legado, el material, pero el alma se va y nos deja huérfanos de poesía flamenca. Enrique Morente fue eso y más. El mejor artista granadino del siglo XX. Estos días el viento Sierra Nevada sopla por seguiriyas y baja hasta el Albaicín para quejarse y preguntar ¿porqué? La poesía también ha quedado viuda de cante.

En tan solo cinco años, se han ido grandes del flamenco: Chano Lobato, la sal de la bahía, Fernanda de Utrera, la reina de la soléa, Fernando Terremoto, el cante en la sangre. Enrique, el bronco del Albaicín. Cuatro Ases que se han apagado dejando el duende a oscuras. Y es que la muerte no entiende de genialidades. Elige sin saber que se lleva y que deja. Enrique, ante todo era persona. Los que lo conocimos presumimos de su cercanía, de su bondad hacía todo lo que le rodeaba, sin escrúpulos. Era figura hasta en eso. Y hay que presumir aunque sea en tercera persona. Lo dio todo para el flamenco y tuvo la suerte de tener la gloria en vida. Multitud de reconocimientos, galardones, premios, medallas, no caben en unos versos, ni en un cante, ni en toda la poesía que pueda escribirse. Pero su mayor premio fue ser cantaor. Un cantaor visionario. Su cante nació de la admiración de cantaores como Pepe de la Matrona, que lo instruyó y guió como "el discípulo". Convivió con la generación de cantaores que más han influido en el flamenco, aprendió, respetó y creó. Y no fue fácil. Le llovieron críticas por su ortodoxia mal entendida por los aficionados, desde la pureza más vanguardista hasta el túnel del mestizaje más primitivo. Recuerdo que con Camarón de la Isla pasó algo parecido. Su ¡leyenda del tiempo¡ no fue creída hasta muchos años después. Y no pudo contemplar la grandeza de aquella obra. Por suerte, Morente, con su Omega ha vivido los mejores aplausos de su carrera. ¡Qué ignorantes somos en el presente y cuanto añoramos al pasado! Pues toda esa fusión se creó bebiendo del caudal cristalino del cante. Enrique Morente, para aquellos que no lo sepan, estuvo viviendo, en su juventud, pequeñas temporadas en Jerez y sus constantes viajes a Cádiz no eran sino para regarse de conocimientos. Su cante no entraba en consonancia con los gustos de esta parte de Andalucía, pero aún así, su pasión le llevó a impregnarse del oloroso quejío que emanaba de los tabancos de Jerez. Gran amigo de Tío Parrilla, pasó no pocas noches en su casa. Su gira por Méjico junto a Ana Parrilla en 1971 y la guitarra de Manuel Parrilla les unió como la sal al guisao. Y de Sanlúcar el guitarrista que lo vería nacer como cantaor. Manolo Sanlúcar otro visionario de la guitarra se aferró al cantaor, formando una pareja internacional por EE UU. Su trayectoria artística pasa por obtener con tan sólo treinta años el Premio Nacional de Cante de la Cátedra de Flamencología de Jerez de la Frontera.

No tuvo una vinculación especial con Cádiz. En esencia a Cádiz lo llevaba en su cante. Fue cantaor nacido en Granada y hecho en Madrid. De Jerez se llevó la guitarra de Alfredo Lagos. Su intervención en la película 'Iberia', de Carlos Saura vibró al son de la canción 'Granada'. Trato de recordar alguna de sus actuaciones en la tacita de plata, pero no viene a mi memoria recuerdos de esto. Tampoco creo que sea algo que deba constatar. Porque aunque fuera hace mucho tiempo, es como si fuera ayer. Enrique tenía un don especial para llevarse de cada lugar la virtud que regalaba la tierra que pisaba y convertirla en suya. Y esa era su generosidad. Tomar prestado para regalar de la única manera que sabía, haciendo poesía, porque él no cantaba, recitaba. Enrique nació con una varita mágica con la que convertía en cante todo lo que tocaba. Con él se nos va la creación. El Lebrijano decía que la creación está en manos de Dios. Y Enrique es sinónimo de creador. Confío en que ahora están estos dos creadores haciendo de las suyas, junto a La Paquera, Terremoto o Parrilla creando poemas por bulerías.

Recuerdo que estuve en casa de Enrique hace una par de años y reconozco que fue una tarde mágica, en su 'Carmen', hablando del Chaqueta y de su cante. El atardecer desde el balcón de su salón era diferente. Hasta me atrevería a divagar y decir que lo creó él. Será porque lo añoro. Las veladas en 'La Tertulia' eran para él un in-pass cuando llegaba a Granada, donde regalaba su sabiduría sin pedir nada a cambio.

Se nos fue. Como el agua que baja de Sierra Nevada y se funde en el Genil con el Guadalquivir. Se nos fue. Ahora más que nunca la figura de Enrique era necesaria. El que tanto luchó desde el corazón por lo suyo, por lo nuestro. Desde aquí nuestro más sentido pésame al flamenco, que pierde el grito poético del duende enfrentado a la muerte. Descanse en paz.