Prórroga navideña
Al Gobierno se le agota el tiempo para resolver el conflicto con los controladores
Actualizado: GuardarEl Consejo de Ministros decidió ayer solicitar a la Cámara Baja la prórroga del estado de alarma como es preceptivo tras los primeros quince días y, con anterioridad, en una comparecencia del ministro de Fomento ante la comisión correspondiente del Congreso, Blanco explicó las causas: el ministro «no puede tener plena seguridad de que no vaya a ocurrir nada en Navidades». Este argumento puede ser aceptable para apoyar la prórroga pero es evidente que se agota en sí mismo. Tras estas próximas fiestas, la alarma debe cesar y el Gobierno habrá de tener prevista una solución o se sumirá en un destructivo fracaso. A medida que transcurren los días, crece la sensación de que el recurso extremo al estado de alarma, justificado en caliente por la brutalidad de la medida de fuerza de los controladores, no solo no facilita sino que complica cualquier solución negociada, que además fue expresamente descartada por Fomento mientras rigiera la excepcionalidad. Tanto porque se han enconado las posiciones respectivas cuanto porque ahora comenzará la atribución de responsabilidades -penales, civiles y laborales-, que es inexorable pero que no facilitará como es lógico un desenlace tranquilo del conflicto. Finalmente ayer, Blanco, que manifestó su intención de resolver el conflicto laboral (que no se debería a su juicio confundir con la crisis actual) de los controladores antes del 31 de enero, anunció su disposición a aceptar una mediación, un arbitraje, ya sea forzoso o voluntario. Parece claro que esta solución, que posiblemente sea la única viable en un momento en que la interlocución entre las partes es muy difícil, es sumamente compleja, por lo que no se entiende bien por qué no se está ya trabajando en ella. Es más: también es ahora incomprensible que no se explorara esta vía cuando comenzó a advertirse que la negociación del convenio colectivo no avanzaba. La prórroga de la alarma agota evidentemente los cartuchos del Gobierno, que ya no podrá realizar nuevos gestos de autoridad sin encontrar una resistencia parlamentaria probablemente insuperable. De ahí que sea urgente dar los pasos necesarios para recomponer una ruptura que sin duda hubo que manejar mejor cuando aún había modo de evitar el desastre.