TIEMPOS REVUELTOSDEJEMOS LAS ZAMBOMBAS EN PAZ
La Junta ha ofrecido a sus empleados de Justicia trabajar horas extra por la tarde; quizá debería haberlo hecho con parados
Actualizado: GuardarSiempre he pensado que debe haber belgas u holandeses que toquen las palmas por bulerías mucho mejor que servidor. Si lo pudieran comprobar verían que es bastante evidente que no he sido tocado por la varita del compás de nuestra tierra. En ocasiones llego a dudar si aquello de que nací hace 36 años en la clínica de la Cruz Roja -que, por cierto, se cae a pedazos hoy día y haría las delicias de Amenabar si le da por rodar la segunda parte de 'Los Otros'- fue una mentira piadosa de mis queridos padres para ocultarme que en realidad me recogieron en una aldea de Nueva Zelanda. Pero después lo pienso y veo que no me tira nada el rugby ni la moda zulú, y me creo de nuevo que sí, que soy jerezano, pero que, simplemente, soy más gachó que una puerta. A mí en realidad lo que me gusta es ser espectador, y ahora llegan unas fechas muy apropiadas para ello con las zambombas, la expresión más genuina de nuestro pueblo a la hora de celebrar la Navidad. Recuerdo que hace un año por estas fechas se habló insistentemente de hacer de las zambombas un atractivo turístico más de nuestra tierra. Las administraciones se iban a poner manos a la obra para promocionar la Navidad jerezana y atraer por tierra, mar y aire hordas de turistas ávidos de menear el carrizo y llenarse la boca de polvorones. Aparentemente podía resultar una idea atractiva para generar riqueza y empleo, una ayudita más para capear el temporal, pero como que no. Ha pasado todo un año y nuestros políticos no han hecho nada al respecto, algo que celebro. Hay veces en que lo mejor es no hacer nada, dejar las cosas como están, porque algunos tienen la especialidad de estropear todo lo que tocan (véase cirujano plástico de Paula Vázquez). No creo que en Jerez haga gracia la idea de las zambombas turísticas. ¿Se imaginan? Al estilo de las misas de góspel en el barrio de Harlem de Nueva York. En el escenario de turno, Juanillorro y el Bó armando jaleo y dirigiendo el cotarro, dos gitanas de San Miguel tocando las panderetas y haciendo los coros, y alguno de los hermanos Bernal tocando la zambomba. Los guiris estarían allí un ratito, harían fotos como si de la Mona Lisa se tratase, les darían una copita de Canasta y dos alfajores, y para el hotel que ya es muy tarde. Que no, que no lo veo. Además, las zambombas jerezanas ya tienen suficiente entidad y popularidad para que quien quiera venga y se mezcle con la gente. De hecho, es algo que ya ocurre. Una hermana de mi amigo Ángel Espejo se casó hace diez días; lo primero que pidió la familia del novio, llegada desde Málaga, es que los llevaran a una zambomba. «Nos han dicho que no nos podemos ir de Jerez sin pisar una buena zambomba». Es cierto, sería una pena venir en Navidad y no conocerlas. El viernes por la noche tuve la oportunidad -no había ido nunca- de acudir a la zambomba de la Peña La Balería. En un rato conocí a un leonés, una francesa y unos madrileños que estaban allí disfrutando del ambiente, sin cámaras de fotos, sólo con media sonrisa en la cara, una copita de vino y entre nulos intentos de seguir las letras de los villancicos o el compás de las bulerías. Visitantes confundidos con la masa que vienen disfrutando de esta tradición nuestra desde hace años. No hacen falta, por tanto, campañas para promocionar o prostituir las zambombas, pero sí se antoja necesario que las cuidemos con mimo. Hoy en día en Jerez se le llama zambomba a cualquier cosa. Hay pubs que cuelgan dos espumillones, ponen un compact de 'Así canta nuestra tierra en Navidad' y ya está, ya tenemos zambomba. Después, te plantas en el sitio y lo que hay es un bar de copas que ha cambiado la música de Shakira por 'A Belén pastores'. Me da la sensación de que las únicas que conservan todavía un sabor de verdad son las que organizan peñas flamencas, hermandades y algunas asociaciones de vecinos. Si cogemos las lista que edita el Ayuntamiento podremos contabilizar seguro más de doscientas o trescientas zambombas, pero la vedad es que un buen porcentaje no merece llevar ese nombre.