ELMAESTRO LIENDRE

EL INFORME DE LA PUERTA

La publicación, el mismo día, del estudio Pisa y de la encuesta sobre consumo de drogas retrata lo que tenemos y lo que viene

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A unos cuantos nos cuelgan el informe Pisa en esa puerta del colegio que vemos dos veces cada día laborable del curso. Aunque nadie ponga nada en ese tablón verde y metálico, el que preste algo de atención comprende que contiene un exacto estudio sociológico. Lo que cada varios años cuenta ese célebre compendio comparativo de los sistemas educativos de países y regiones, lo tenemos todos los días ante nuestros caretos. Otra cosa es que nos atrevamos a leerlo.

Esa puerta tatuada de palabrotas, balonazos y promesas de amor pueril une dos mundos conectados por vía parenteral, ligados por vínculo consanguíneo que la primera generación de padres españoles que fueron niños mimados se empeña en ignorar. Creen que esa fronterita de metal marca una linde entre dos territorios distintos. Pero sólo es tan grueso y resistente como el canto de cada folio del informe Pisa, que también tiene dos caras de lo mismo. Una escrita y la otra, todavía en blanco.

A este lado de la puerta, en el de la calle, están los que esperan y recogen. Padres, abuelos y parientes que como dice un gran amigo ahora en Philadelphia del muy prestigioso centro de sus niñas «son, de largo, lo peor del colegio». En su caso, habla de neopijas cuarentonas despotricando del método usado por la profesora para dar trigonometría, cuando las viperinas en cuestión fueron siempre incapaces de resolver una raíz cuadrada. Da lo mismo si son cuarentones con mueca pendenciera, parados, o cagados ante la perspectiva de estarlo, y gafas de sol.

Es lo mismo en cada centro. Cada cual tendrá su anécdota, es una caricatura, injusta e inexacta, pero más frecuente en este país que en cualquier otro de nuestro entorno. Ese esbozo habla de unos padres capaces de empujar a los niños que salen de clase por tal de recoger un segundo antes a su hijo y saciar su prisa crónica, que tiran papeles al suelo mientras esperan que salgan sus niños, recién educados. También están los que aparcan en doble fila a la entrada y a la salida. Lo peor es que creen tener derecho. Es su coche, es su hijo, es su colegio y aparco donde me sale del culo. Para eso hice una fortuna, ahora perdida, trapicheando con pisos sin haber terminado COU. El más tonto de la clase. El más listo de la urbanización.

Podrían ir al cole paseando, o en bus, pero eso supone levantarse 12 minutos antes y, claro, es inadmisible. El mismo día que se publicaba la actualización de Pisa, se conocía el estudio anual de ingesta de alcohol y drogas. Hemos bajado un poco en el consumo de cocaína. Ahora sólo somos plata en el mundo. Subimos en alcohol, ya somos subcampeones de Europa (tras Reino Unido). Conservamos el primer puesto en pagar por prostitución en Europa. Ese día, también, se supo que ya somos el segundo país porcentualmente más entrampado del mundo. Sólo Japón tiene más deuda acumulada. De nuestra capacidad para trabajar, para crear empleo, riqueza y productividad ni hablamos, que ya aburre.

El dibujo, de trazo grueso, de simplificación supina, dibuja a una sociedad enferma, que se gasta en vicios un dinero que no tiene porque trabaja poco y mal. Una nación de pícaros que acaban por engañarse sólo a sí mismos. La exageración máxima estaría interpretada por esas bestias que, además de quitarle la razón al profesor van al colegio a pegarle.

Va a ser verdad que los padres, esta quinta, somos lo peor del colegio. Porque al otro lado de la puerta, dentro, en las aulas, mi experiencia es reconfortante. Es verdad que han vuelto locos a los docentes con absurdos cambios de planes cuando los sistemas debieran consensuarse, mantenerse y respetarse como si fueran una constitución. Comparto que se ha entregado demasiado terreno a la Iglesia (a través de esa desviación que es la concertada). Sí, una pequeña parte del profesorado carece de vocación y sólo busca estabilidad funcionarial. Pero lo que me ha tocado (Mari Carmen y Alicia, concretamente) me parecen ejemplares. Y creo que son mayoría. Técnica, compromiso, seriedad, afecto ajustado a cada edad y exigencia innegociable. Todo lo que no veo fuera. Sí, habrá defectos en el sistema. Hay que mejorar mucho en comprensión lectora, quizás empezando por padres lectores, matemáticas. Copiemos a los que lo hacen bien, que lo revisen técnicos independientes, los mejores mecánicos que encontremos pero aprendamos de una vez que más de dos tercios de la educación está fuera de los colegios, en las casas. Hablamos de recuperar el prestigio del esfuerzo, de equilibrar ocio y negocio, vicio y virtud. Todo eso empieza en casa, ese lugar en el que creemos que basta con estar, aunque sea sentado en el ordenador, sin mirar a los críos. Dicen en África que para educar a un niño es necesaria toda la tribu. La que veo en la calle ahora se asemeja más a una piara que bebe y fuma camino del matadero. Poco remedio tienen los que estamos a este lado de la puerta, fuera. Los de dentro, diga lo que diga Pisa, aún tiene remedio. Y ya sabemos cual es el objetivo, que no sean como nosotros. El listón está bien bajo. No es tanto reto.