Assange y la anarquía
Actualizado: GuardarEn las últimas fechas, el australiano Julian Assange, fundador de Wikileaks (en esencia, un buzón electrónico donde potenciales informadores pueden depositar material reservado sin riesgo a ser identificados), se ha convertido en una suerte de Robin Hood contemporáneo al granjearse la enemistad de poderosos opositores internacionales, pero también la adhesión de numerosos correligionarios. Llama la atención el paralelismo subyacente entre este caso y el «asunto Dreyfus» que conmocionó a la Francia finisecular del XIX hasta bien entrado el siglo pasado, y que evidenció una notable tendencia nacionalista en la sociedad francesa de la época, auspiciada por la mayor parte de la prensa y las instituciones. La intriga, en todo caso, parece directamente inspirada en una fábula (así las llama él) de John Le Carré o en una novela gráfica de Alan Moore, el creador de V de Vendetta, en la que un enmascarado anarquista revolucionario apodado 'V' orquesta una violenta campaña de altercados para derrocar al gobierno electo, invitando a la población a subvertir el orden establecido. Pero, aunque bien pudiera, Assange no es -todavía- un héroe de ficción, y en su persona física concurren ahora todo tipo de amenazas y acusaciones. Entre las más ridículas, destaca la de haber mantenido relaciones sexuales con una mujer mientras ésta dormía o la no menos hilarante de haberse negado a usar preservativo con otra, amiga de la primera, después de que aquél se rompiera. (Quienes tengan presente la insistencia con que los servicios de inteligencia han recurrido al señuelo femenino en la historia del espionaje europeo del siglo XX -y cuyo origen puede adivinarse ya en la literatura bíblica con el mito de Sansón y Dalila- no tardarán en sonreir al ahondar en estas informaciones.) Mientras tanto, son ya «legión» los hackers y activistas que, desde los cuatro puntos cardinales, han salido en defensa del ciudadano Assange y amenazan ahora con desestabilizar los cimientos simbólicos de la economía norteamericana: Paypal, Visa o Mastercard, entre otras empresas de primera línea, han sido ya eficazmente boicoteadas después de que retirasen sus servicios a Wikileaks ante las presiones del gobierno estadouniense. Se trata de usuarios anónimos (a quienes, no sin cierta gracia, se les empieza a llamar «hacktivistas»), como el que, hace pocos días, consiguió infiltrarse en la administración web de mi domicilio, descifrando mis claves y ralentizando ostensiblemente mi conexión a Internet. Reconozco que entonces me sentó como un tiro. Pero temo que en un futuro próximo quizá deba encontrarle para darle las gracias.