
«La niña vivió en el infierno»
El reportero presenta en la Asociación de la Prensa 'Rescatando a Sara', la crónica de un drama real que vivió en primera persona Javier Ángel Preciado Periodista
CÁDIZ. Actualizado: GuardarPrimero el sueño: Leticia conoce a Abbas, un musulmán tierno y educado que juega la baza de su exotismo. Ella se enamora. Viven juntos. Tienen una niña, Sara, que se suma a los dos hijos que Leticia aporta de un matrimonio anterior. Son razonablemente felices hasta que la relación comienza a enturbiarse. Él se vuelve cada vez más intransigente, entra en una deriva radical, se muestra celoso y esquivo. Después, la pesadilla: los niños de Leticia dicen que su padrastro les toca. Ella rompe con él y Abbas se venga. Secuestra a la cría. Antes de que la madre pueda reaccionar, se traslada a los suburbios de Basora, en Irak, una ciudad azotada por el caos y la miseria. No piensa volver.
Podría ser una estupenda novela, si no fuera porque el drama es completamente real. El periodista gaditano Javier Ángel Preciado, productor de reportajes de investigación para Tele 5, se topó con la historia en un suelto de la prensa e intuyó que aquélla era una de esas desgraciadas aventuras personales que había que contar. Le ganó como profesional y como hombre. Durante más de tres años se dedicó a localizar a Abbas, a ponerlo entre las cuerdas, a implicar a todas las administraciones posibles, de aquí y de allí, a negociar con mercenarios y a jugarse el pellejo cruzando un país devastado por la guerra, en el que los terroristas y los soldados norteamericanos tiraban por igual del gatillo a las primeras de cambio. El resultado fue primero uno de esos trabajos audiovisuales que transcienden su emisión: las peripecias de Leticia y Javier saltaron a los informativos, a la radio, a los magazines.
No obstante, después de que un fundido a negro liquidara la pieza, al periodista le asaltó la necesidad de poner todo aquello por escrito. «Aunque la historia se haya explotado mucho televisivamente, sentí la urgencia de contarlo palabra a palabra, porque para la tele lo que no está grabado no existe, y en la aventura de Leticia había mucho trasfondo, mucho trabajo hecho detrás del telón que la gente tenía que conocer». De ahí surgió el libro que se presenta mañana en la Asociación de la Prensa de Cádiz.
«Desde el principio me sentí motivado por un doble deber: el de periodista y el de persona. Me considero un apasionado de mi profesión, pienso que la única manera de sobrevivir en ella, teniendo en cuenta lo que nos pagan y la dedicación que nos requiere, es emocionarte con lo que haces. Cuando conocí a Leticia supe que la suya era una de esas raras historias capaces de absorberte y, además, de demostrar que el periodismo sirve para generar corrientes de solidaridad y, en un momento dado, ayudar a que ciertos resortes se pongan en marcha o se 'agilicen'».
Una de cal y otra de arena
De entrada, a Javier le tocó hacer un curso acelerado de relaciones institucionales al más alto nivel. Pidió ayuda al Ministerio de Exteriores, entabló conversaciones con la embajada y contactó con la Interpol. También, «a través de los bajos fondos españoles», consiguió 'informantes' en Basora. Sin embargo, con buena o mala fe, no todo el mundo estuvo a la altura de las circunstancias. «Moratinos nos dio una de cal y una de arena. La primera vez que pedimos protección para movernos por Irak, Exteriores nos puso como guía y 'protectora' a una monja carmelita».
El recurso de los mercenarios también salió rana. «Un español con experiencia de campo en Basora nos prometió que rescataría a Sara por 40.000 euros. Se quedó con el dinero. Llevamos a ese impresentable a los tribunales».
Fue necesario que el propio Abbas diera un paso en falso para que la 'operación' se encarrilara. Obsesionado con 'demostrar que la niña era suya, el iraquí falsificó un acta de matrimonio. En su comparecencia ante el juez, Leticia y Javier insistieron en que aquello era una burla para un sistema judicial tan respetable como el de Irak (léase con ironía), y la apelación al orgullo del magistrado surtió efecto. Una investigación demostró que Abbas había mentido, y fue condenado a prisión.
Javier admite que pocas veces se ha sentido tan emocionado como el día que Sara, «que había vivido en el infierno», volvió a pisar tierra española. «Creo que nunca había querido tanto a una persona sin conocerla», reconoce. Para su familia, a la que había robado horas y horas en los últimos años, regresó como un héroe. «Mis hijos todavía dicen que me dedico a rescatar niños».