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Aisha vuelve a portada
La joven afgana mutilada a la que 'Time' descubrió no fue víctima de los talibanes, sino de la violencia machista
Actualizado: GuardarA veces una sola fotografía adquiere la rotundidad de un editorial. La revista 'Time' reveló en su portada del pasado mes de agosto el rostro de Bibi Aisha, una joven afgana de 19 años de edad sin nariz ni orejas tras ser mutilada «por los talibanes» por haber intentado huir del domicilio conyugal. «Qué sucede si abandonamos Afganistán», sancionaba 'Time' en el titular principal, en pleno fragor de la polémica a cuenta de los 100.000 soldados estadounidenses que permanecen en el país asiático, pese a los planes de la Administración Obama de ir retirando las tropas a lo largo de 2011.
Aisha se convirtió entonces en símbolo de la barbarie talibán. Su marido le había infligido el castigo por intentar escapar de las constantes vejaciones a las que era sometida.
«Cuando me cortaron la nariz y las orejas me desmayé», recordaba. «En medio de la noche sentía como si hubiera agua fría en mi nariz. Abrí mis ojos y ni siquiera podía ver por toda la sangre».
Gracias a la embajada estadounidense en Kabul, la joven voló a Estados Unidos y disfrutó del calor de una familia de acogida que le hablaba en farsi. Y no solo eso. La Fundación Grossman Burn sufragó los gastos de la cirugía reconstructiva. Maria Shriver, la esposa del 'gobernator' de California, Arnold Schwarzenegger, le otorgó un premio en la ciudad de Los Ángeles y mostró al mundo su nuevo aspecto.
Aisha tiene hoy 20 años y vive en California. Ha sido dos veces víctima, porque tras su tortura física se revela ahora que su sufrimiento ha sido manipulado.
La Comisión Independiente de Derechos Humanos de Afganistán ha descubierto que no fue mutilada por orden de los talibán, sino que fue un caso más de violencia machista en un país anestesiado al respecto.
Su historia es tristemente habitual en Afganistán. Su padre la entregó, junto con su hermana bebé, a la familia de su nuevo esposo para pagar una deuda de sangre, ya que el tío de las niñas había matado a un hombre. Aisha dormía en el establo y servía como esclava a las necesidades de sus diez cuñados. Cuando intentó huir a Kandahar, una patrulla policial la descubrió y pasó cinco meses en la cárcel hasta que su marido dio con ella. Hasta ahora se creía que su esposo le había cortado la nariz y las orejas siguiendo instrucciones del mulá local para después terminar abandonándola a su suerte en el desierto.
Su padre, el culpable
El suegro de la joven ha confesado a la Policía que el verdadero instigador fue el propio padre de Aisha, quien ordenó matarla por haber deshonrado a la familia.
Nada extraño en un país donde la flagelación y la lapidación están autorizadas por la Sharia, la ley musulmana inspirada en el Corán. Por una vez, los talibanes no tuvieron nada que ver.