Manos invisibles
Actualizado: GuardarTiempos de negros augurios. Llueve, además. ¿Salir? Todo fuera parece aconsejar replegarse en torno a uno mismo. Así que no me lo pienso y elijo en consecuencia. Aquí, en territorio amigo, a salvo de burbujas y controladores, al resguardo de viajes inciertos por excesivamente programados, desprendido de apetencias comprometedoras, procedo al rito intimista por antonomasia: leer, cómo no. Nada como un día frío, lluvioso, de aeropuertos traidores, para leer -releer- a Pessoa. 'Libro del desasosiego': «Siento a veces, al despertar durante la noche, manos invisibles que tejen mi destino». ¿Quién no ha pasado por semejante trance, en la dormidera de esos días sin prestigio, sin gloria, o en la lucidez súbita y efímera de una noche de insomnio?
Hay momentos en los que uno quiere saber. No siempre. Por lo general, pasamos dando zancadas desatentas sobre nosotros mismos. O apartándonos cuando casualmente («al despertar durante la noche») topamos con quien inevitablemente somos. Pero queremos saber no obstante, aunque los tiempos -tiempos de plomo y ceniza- se presten a juegos de manos invisibles. Destinos en el aire, suspendidos de un hilo, es lo que ahora se lleva, dada la imposibilidad de que cada uno intente trazar el suyo con suficiente margen de libertad y disponiendo de los mimbres imprescindibles. El problema de las manos invisibles es su afición a las trampas.
Los jóvenes no suelen despertar durante la noche. Duermen rotundamente y sin contemplaciones, con un sueño sano y confiado. Puede que ahí encuentren las fuerzas para sortear esas manos invisibles que tejen destinos precarios e ingratos para ellos. Todo parece indicar que se les quiere vacíos de contenido; basta con diplomas comprados -a modo de modesta inversión- a los solos efectos de competir en el baratillo de la vida laboral. Se pretende que, en caso de despertar durante la noche, centren su atención en cuestiones establecidas «por defecto»: el destino de cada cual lo teje ya el software habilitado para tales fines, en prevención de peligrosas iniciativas no trilladas.
El episodio de los aviones que no vuelan estos días es una metáfora de la vida en tierra: estamos a merced de manos invisibles, ¿quién controla a los controladores? Me refiero a los invisibles, a quienes gustan despertarnos por la noche, a los culpables de destinos truncados y vidas a medio hacer. A esos que impiden volar a la gente.