Francia preserva el símbolo del Concorde
Un tribunal exculpa a los fabricantes del mítico avión en el siniestro que dejó 113 muertos
Actualizado: GuardarAquella siniestra tarde del 25 de julio de 2000, el Concorde avanzaba hacia su fin, sin sospecharlo, en una de las pistas de despegue del aeropuerto francés de Charles de Gaulle. Una de las ruedas del avión estalló al impactar con una lámina de titanio que se había desprendido de un aparato de la compañía Continental Airlines. Los fragmentos de la pieza perforaron uno de los tanques de combustible. La aeronave, envuelta en llamas, caía en picado, dos minutos después, sobre un hotel en el que otras cuatro personas se sumaron a los 109 ocupantes del supersónico que perecieron en la tragedia. La fatal historia del Concorde sumó ayer otro capítulo con una sentencia judicial que culpa a Continental del accidente.
El Tribunal Correccional de Pontoise, situado a las afueras de París, emitió tras seis meses de deliberación el veredicto de un proceso iniciado el pasado mes de febrero. Los magistrados galos impusieron a la empresa estadounidense una multa de 200.000 euros, así como una indemnización de un millón de euros para Air France, propietaria de la aeronave siniestrada. Asimismo, la Justicia condenó a 15 meses de cárcel exentos de cumplimiento al mecánico John Taylor por colocar de forma inadecuada en el avión DC-10 de Continental la pieza de metal que se quedó en la pista.
Diferente fue la resolución de los jueces respecto a los otros cuatro encausados. Todos absueltos. Se trata de un jefe del equipo mecánico de Continental, los dos responsables del programa Concorde del fabricante del avión (actualmente dentro del grupo EADS) y el encargado en la Dirección General de la Aviación Civil de Francia (DGAC), imputado por otorgar al supersónico licencia para operar. EADS, exculpada penalmente, fue sin embargo considerada responsable civil de la catástrofe por negligencia, por lo cual deberá asumir un tercio de las indemnizaciones a las víctimas. La mayoría de ellas eran turistas alemanes que volaban hacia el Caribe para disfrutar de sus vacaciones estivales.
El fallo judicial de ayer desató reacciones airadas en el seno de la aerolínea norteamericana, que comunicó en cuanto supo el veredicto que recurrirá la decisión adoptada por el tribunal. El abogado de Continental, Olivier Metzner, tachó el dictamen de «proteccionista» y lo acusó de parcialidad por pronunciarse «en nombre del patriotismo francés», en claras alusiones a que se descartó la culpabilidad del fabricante y de la DGAC. «Se ha preferido privilegiar solo los intereses nacionales y respetar el símbolo que representaba el icono del Concorde», arremetió Metzner, quien remarcó seguidamente que su empresa no aceptará tal sentencia.
Defunción prematura
La tragedia del Concorde sumió al avión comercial más rápido del mundo en una profunda espiral de muerte precoz. El accidente de Charles de Gaulle convulsionó al mundo entero con la difusión de unas terribles imágenes del siniestro que fueron captadas por las cámaras de seguridad del aeropuerto galo. A partir de entonces, la veloz aeronave avanzó irremediablemente hacia un prematuro final.
La defunción del supersónico se produjo tan solo tres años después de la catástrofe de hace diez años. Las dos únicas compañías que contaban en sus flotas con dicho modelo de avión, Air France y British Airways, optaron por dejarlo en tierra los 15 meses posteriores al siniestro. Pero no fue hasta 2003 cuando decidieron finalmente jubilar la mítica aeronave, justo cuando cumplía sus 27 años de vida.
En sus últimos años, el Concorde se había transformado en una pésima inversión económica debido a su alto consumo de combustible en una época castigada por el alto precio de los carburantes. Atrás habían quedado los años de esplendor, cuando debutó por primera vez en el año 1976. En aquel periodo la flotilla del Concorde contaba con unos veinte aparatos, la mayoría de los cuales realizan vuelos transatláticos a una velocidad superior a los 2.140 kilómetros por hora. Era el único avión comercial que superaba la barrera del sonido, un milagro de la ciencia marcado por la fatalidad.