La rayuela

Comprarse un título en Cádiz

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

La venta fraudulenta de titulaciones y cursos de formación por un falso sindicato en Cádiz ha saltado a las noticias como un escándalo de proporciones nacionales. En un país donde un farsante y falsificador de currículum como Roldán estuvo a punto de ser nombrado ministro, no deben extrañar ni este ni los muchos pufos y chanchullos con los que unos hacen negocio y otros sortean el esfuerzo de la formación profesional y educativa. Resulta tan escandaloso porque la falsificación y mercadeo de títulos le da donde más duele al sistema meritocrático con el que se legitima la democracia. El estatus profesional de un ciudadano se obtiene por concurso de méritos y en una sociedad burocrática como la nuestra, el mérito principal es el nivel educativo alcanzado y los títulos de formación ocupacional conseguidos.

En un momento en el que hay una feroz competencia entre la legión de desempleados para obtener los pocos puestos de trabajo que se ofertan (sobre todo en organismos oficiales), aumenta el valor de los títulos, entre otras cosas porque la falta de puestos de trabajo adecuados a la generación mejor formada de la historia, los empuja en su desesperación a optar por puestos que exigen mucha menor cualificación. Y en el extremo contrario, anima a quienes fracasaron o abandonaron la ESO a mejorar su competencia haciendo cursos como locos. Sobre todo porque la cualificación específica de los puestos ofertados es mínima y por tanto aumenta en el concurso el valor de los cursos. Conclusión, mucha gente dispuesta a pagar lo que sea por un título, sin hacerse demasiadas preguntas acerca de su valor como lo que pretendidamente son, cursos de formación y capacitación profesional. Y se diga lo que se diga, no hay administración pública capaz de controlar esta estafa a no ser que la denuncie un perjudicado. De vez en cuando se pilla in fraganti a algún delincuente con un falso título, por ejemplo el médico que ejercía, a general satisfacción de sus pacientes, en la sierra de Huelva. Pero ¿cuántos andan por ahí ejerciendo con títulos, no necesariamente falsos, aunque sí fraudulentos, porque se basan, como éstos, en un entramado de centros educativos o profesionales que certifican su más que dudosa validez? ¿Cuántas escuelas, e incluso, universidades privadas, están dispuestas a mirar para otro lado viendo como se venden sus títulos y certificados fraudulentamente, sin que capacite a quienes los compran para ejercer legítimamente los deberes y derechos que el estatus así adquirido confiere?

A la sombra del brutal nivel de desempleo que el capitalismo globalizado provoca y la incapacidad de los empresarios para crearlo, ha crecido un monstruo sin control que es la formación ocupacional o profesional no reglada, que a la vez que esconde estadísticamente a una parte de los desempleados y se convierte paradójicamente en un «nicho de empleo» para los monitores que la imparten, es un gran negocio para muchos listos y el panal de rica miel al que cualquier zángano se arrima.