La cruz del Valle de los Caídos
Actualizado: GuardarEstoy escribiendo sobre los profetas del Antiguo Testamento que intervinieron entre los siglos IX y IV a.C., ello significa que debo estudiar las características y circunstancias de aquellos personajes milenarios, por cuyo motivo es inevitable que mis sentimientos estén influenciados por el espíritu de dichos profetas sobre todo de Amos y Jeremías, que fueron muy críticos con el poder establecido en aquellos siglos tan desastrosos para el pueblo de Israel. La mediocridad de nuestra época no invita a inspirarse en la literatura exquisita de los Isaías, o bien las espléndidas visiones de Ezequiel o de Daniel. En todo caso lo que me interesa destacar es que a pesar de la distancia que separan aquellas generaciones de la nuestra, la historia se repite y siempre por las mismas causas: la injerencia del poder en la vida privada de los individuos y el pretender arrancar a Dios de los corazones de los hombres. Reconocía Renan (gran escritor francés años 1823-1892), que las tres civilizaciones «providenciales» que había conocido la humanidad partían de: Grecia al servicio de la filosofía y la razón; Roma que hizo progresar el derecho; Jerusalén que garantizaba el advenimiento de la conciencia y de la justicia social. Parece ser que ahora se trata de eliminar este gran pensamiento filosófico, que tanta riqueza moral e intelectual ha proporcionado a Occidente, sustituyéndolo por otro concepto denominado «La Alianza de las civilizaciones» cuyo contenido desconocemos más allá de un protagonismo internacional ficticio y fallido, pero por lo que estamos observando consiste en eliminar nuestra cultura autóctona, para dar paso a otras culturas mucho más radicalizadas. En este contexto van surgiendo polémicas que aparentemente parecen casuales o espontáneas, cuando en realidad forman parte de una estrategia diseñada para desarrollar un proceso sustentado en la creación de tensiones o confusiones, que además se pretenden identificar como signos de progreso. El problema añadido que provoca esta situación es que estamos derrochando una energía que sólo conduce a construir una Torre de Babel, cuando en verdad debemos dedicar todo nuestro esfuerzo y nuestra capacidad creativa para proyectar una ciudad digna y próspera con el consenso de todos los ciudadanos, máxime ante unas circunstancias tan inciertas como las que venimos soportando. La Cruz es el símbolo del sufrimiento, de la dedicación y la entrega por una causa hasta las últimas consecuencias, pero también es el símbolo del perdón y de la misericordia, es una llamada a la concordia, a la solidaridad, al respeto, al amor entre hermanos.